Los ecuatorianos conocemos la crisis que vive el pueblo venezolano. Proclamamos que somos hermanos, somos un mismo pueblo, somos hijos de un mismo Dios. ¿Y qué hacemos?, no tenemos injerencia en la política de esa nación, pero no basta tener lástima. La verdad es que la presencia de migrantes venezolanos la tenemos en todas las ciudades del país. ¿Qué pasaría si nosotros fuésemos los refugiados en países vecinos? No se puede negar que sí hay ayuda, aunque no suficiente, y como siempre es de personas e instituciones de buena voluntad; sin embargo hay algo que clama a gritos: ¡la situación en la frontera de Rumichaca! Miles de venezolanos (¿hermanos nuestros?) esperan horas interminables, días, según la prensa, para ser atendidos por migración. El frío terrible de ese sitio hace que la espera sea todavía más torturante. Me pregunto si las oficinas de migración no podrían –y deberían– multiplicar más el número del personal y simplificar los trámites. Nuestro Ejército con su enorme capacidad ¿no podría ayudar a organizar, evitar abuso, congestión, ofrecer más transportación?, ¿no podría abrir sus grandes instalaciones para atender a estos hermanos? Hay centenares de transportistas particulares, ¿podrían algunos ofrecer sus buses gratuitamente para transportar a la mayoría de migrantes que vienen sin dinero y a pie, con niños, equipajes y con personas mayores? ¿Y los religiosos y todos, autoridades y ciudadanos podríamos recordar el maravilloso ejemplo de solidaridad demostrado a raíz del terremoto en Ecuador el 16 de abril de 2016?(O)

Patricio Salazar Montesinos, Guayaquil