Hoy se cumplen ocho años de una nefasta cadena de sucesos que aún no logra aclararse. La crisis surgida por el manejo irresponsable de la revuelta policial del 30 de septiembre de 2010 requiere que se develen los hechos con honestidad y valentía. Así lo deben entender los colaboradores del régimen y los mandos militares y policiales que intervinieron en su momento para ejecutar las órdenes emanadas incluso por decreto ejecutivo.

Aquel fatídico día, se pretendió ocultar los hechos impidiendo a los medios que informen lo ocurrido. Luego, el correato, con su aparataje propagandístico, se empeñó en trocar los hechos y convertir un episodio de mal manejo de crisis en una supuesta hazaña: “30-S, el día que triunfó la democracia”. El 30-S fue registrado como marca. Desaparecieron evidencias y se enjuició a quien fuese necesario para respaldar lo que denominó un intento de magnicidio en un fallido golpe de Estado. Aún estamos a tiempo para que los involucrados que conservan decencia aporten con su testimonio. El país merece resolver este episodio de vergüenza y dolor, para tratar de reparar el daño causado a las víctimas directas e indirectas. (O)