Comparto con ustedes la gran satisfacción de haber realizado algo que venía cocinándose en mi mente por años. Por primera vez pude llevar a mi grupo de estudiantes de arquitectura en un viaje de estudios a la ciudad de Guayaquil; como parte del taller de Diseño Arquitectónico que están cursando, previamente al inicio de sus trabajos de titulación.

Siempre me ha parecido conveniente que los estudiantes enfrenten escenarios urbanos ajenos al propio. En ese sentido, llevar estudiantes de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) a Guayaquil tiene sentido. Ambas ciudades tienen escalas similares, pero presentan problemas urbanos y resoluciones arquitectónicas totalmente contrastantes. El forzar a los estudiantes a serrar sus propuestas en entornos desconocidos, fuera del usual espacio urbano donde se desenvuelven, les obliga a profundizar en el análisis del contexto. Adicionalmente, confieso mi curiosidad por ver cómo los estudiantes reaccionarían en el contexto guayaquileño, específicamente.

El primer día estuvo dedicado por completo a recorrer la ciudad. Iniciamos en el centro, usando al parque Seminario como punto de partida. De ahí, al Palacio Municipal, que también sirvió como gran introducción a la obra de Francesco Maccaferri. Posteriormente, los estudiantes visitaron aquellas partes del Malecón Simón Bolívar que sirven no solo para tener una comprensión del espacio existente, sino además los malecones que existieron en el pasado. Luego se realizaron visitas puntuales en Las Peñas, cerro Santa Ana, Puerto Santa Ana y Ciudad del Río. Las siguientes paradas fueron el barrio del Centenario, el barrio del Astillero, Urdesa y el parque Samanes. Como gran final, se realizó un recorrido por toda la vía Perimetral; para poder contemplar los contrastes existentes entre la vía a Samborondón y la isla Trinitaria. Resulta imposible comprender la complejidad crítica de Guayaquil, sin usar la vía Perimetral como espina dorsal de su esencia y su problemática.

Al día siguiente, los estudiantes tuvieron la oportunidad de escuchar a personajes que están inmersos con la problemática arquitectónica y urbana de Guayaquil, desde diferentes perspectivas. Marisabel Fuentes habló sobre aquellos eventos propios de la arquitectura tradicional, que aún asoman en la arquitectura contemporánea de la ciudad. Humberto Plaza hizo una válida reflexión sobre los requerimientos y los errores que los arquitectos han cometido durante las últimas tres décadas, al tiempo que compartía su visión de lo que deberían ser los espacios públicos del Guayaquil actual. Ricardo Bohórquez mostró a la ciudad como un mosaico de imágenes contrastantes, a través de la lente de su cámara fotográfica. Finalmente, Florencio Compte compartió con los chicos algo de su investigación histórica sobre los inicios del modernismo en la ciudad.

Creo que –a pesar de lo fugaz del viaje– los estudiantes tuvieron un entendimiento integral de Guayaquil, yendo incluso más allá de esa fachada oficial, y comprendiendo a este ente dual que por un lado presenta calles adoquinadas y, por otro, esconde barrios construidos informalmente con caña guadúa.

La arquitectura ha servido entonces para que dos ciudades se conozcan mejor, para ver en el otro nuestros propios problemas; para acercarnos más y dejar de vernos como extraños. (O)