Un estudio publicado en The Lancet por más de 500 autores a nivel mundial, demuestra que todo consumo de alcohol es un riesgo para la salud. Supone el sexto factor directo para enfermedad y muerte de la persona. En nuestro país el consumo excesivo de alcohol es uno de los principales problemas sociales y de salud pública.

Contrario a las propuestas demagógicas que se aprovechan de la pobre información de la mayoría, el alcoholismo es el primer problema de drogas del Ecuador provocando terribles consecuencias personales, familiares, laborales, económicas y sociales para cada familia y el país. A pesar de la mala estadística nacional, se conoce el alto impacto directo de casi 4% en muertes relacionadas al consumo de alcohol, porcentaje que se duplica en enfermedades relacionadas al mismo y cuyo valor se multiplica por 4 en las que es un factor indirecto como en accidentes, violencia y suicidio.

Existen cuestionarios cortos para identificar a personas con necesidad de tratamiento. Por ejemplo, se considera el diagnóstico de uso problemático de alcohol si se contesta de manera afirmativa una de las siguientes preguntas, y es indicador de dependencia si se responde con afirmación a tres de las 4 preguntas:

¿Ha sentido alguna vez que debe beber menos?,

¿Le ha molestado que la gente lo critique como bebe?,

¿Alguna vez se ha sentido mal o culpable por su forma de beber?

¿Alguna vez ha necesitado beber por la mañana para calmar los nervios o eliminar molestias por haber bebido la noche anterior?

El problema nacional relacionado al alcohol nace en casa, donde desde niños, se mal aprende que no hay diversión si no hay abundante alcohol: “no hay cariño” como tantas veces oímos. Crecemos viendo a familiares adultos ebrios, escuchando exigir que tomen a quienes no quieren, discusiones entre parejas o familiares para que paren de beber, dejen de gastar en alcohol, no falten al trabajo, hasta llegar al colmo de permitir que manejen luego de haber tomado. Todas estas conductas habituales en el ámbito particular se pasan también al público como lo vimos esta semana frente a una autoridad pública ebria en evento de representación de su ciudad.

Ante el penoso hecho, leímos desde bromas y burlas a un alcalde que no ha estado a la altura del cargo para el que fue electo, hasta las justificaciones más delirantes. Hay quienes dicen que es “ser humano” y por ello hay que perdonar que esté en el trabajo sin control de sus facultades. Ese reconocimiento de humanidad no aparece para solicitar que analice su situación personal y, en caso de tener un problema se retire por un tiempo para iniciar tratamiento. Podría incluso ayudar a crear conciencia en nuestro país ante un problema tan grave y que tantos sufren.

Aparecieron también personajes en las redes sociales acusando de moralistas, curuchupas y demás a quienes reclamamos al acalde. Es la misma actitud que pretende normalizar las borracheras en reuniones sociales que encima, según ellos, también pueden darse en el ámbito laboral sin consecuencia alguna. Leer tanto absurdo explica la pasividad de la mayoría ante el exceso de alcohol y sus consecuencias.

No superaremos este problema si no lo aceptamos como tal, si no logramos un amplio acuerdo desde el individuo hasta la comunidad para superar el consumo excesivo de alcohol y así mostrar el cariño verdadero.