La ola de refugiados venezolanos, que transitan a lo largo de los Andes y la costa del Pacífico para radicarse en Colombia, Ecuador, Perú o Chile deja constancia, incluso entre quienes de buena fe creyeron en las virtudes del chavismo, de lo atroz del régimen.

Ni bajo las dictaduras de derecha de Pérez Jiménez en Venezuela, Rafael Trujillo en República Dominicana, o los Somoza en Nicaragua, hubo un éxodo masivo. Lo que vivimos hoy solo se equipara con lo sucedido en Cuba a fines de los cincuenta y principios de los sesenta, excepto que entonces fueron pocos los que emigraron al sur, y no lo vivimos en carne propia.

Venezuela, en 1970, era la cuarta economía mundial en ingreso per cápita. A fines de los setenta se la llamaba “Venezuela Saudita”. Hoy, venezolanos profesionales, oficinistas, obreros calificados, el tipo de ciudadanos que hacen la riqueza de un país, deambulan por las carreteras de Sudamérica, sin dinero para tomar un boleto de avión, o de bus, puesto que sus ahorros estaban en bolívares que ahora no valen nada. Hay también los que salen por la inseguridad: un gobierno con un enorme poder represivo, que aplasta a la disidencia, al que no le interesa controlar la delincuencia.

La riqueza acumulada a lo largo del siglo XX, Chávez y Maduro la liquidaron en una década. El producto interno bruto de Venezuela, con 28 millones de habitantes, está ligeramente sobre USD100 millones, igual que el Ecuador con solo 17 millones.

El cinismo. Diosdado Cabello, número dos del régimen y presidente de la Constituyente, niega que haya un éxodo de venezolanos a pie. Que vienen en bus y que en nuestros países los bajamos para tomarles fotos y hacer creer que vienen caminando, dice, muy suelto de huesos. Son tan poderosos, que no les importa que su pueblo sepa que es mentira, puesto que ellos ven como salen sus vecinos y familiares.

Maduro declara que cada venezolano sale con USD5 mil en el bolsillo. Con esa suma, se puede vivir muy bien en Venezuela. Además, nadie se arriesga a caminar por carreteras de países desconocidos con esa plata en billetes. Los que sí salen con plata, y en millones, son los boligarcas. El País trae un amplio reportaje sobre compras de costosísimas propiedades en Madrid. Exfuncionarios y contratistas venezolanos han migrado a España llevando al menos 160 millones de euros, calcula el diario español.

Maduro también argumenta en sentido contrario: que los venezolanos del éxodo han sido atraídos con argucias por nuestros países, donde se los esclaviza.

Como en todas las migraciones masivas, hay patronos que abusan de los ilegales, y no les pagan completo. Pero aun así, están mejor en nuestros países que en Venezuela. De Colombia a Chile, a los gobiernos y sociedades les causan problemas el ingreso masivo de migrantes, y lo permiten por solidaridad: somos una misma nación, aunque pertenezcamos a diferentes estados. En Ecuador es acuciante el problema, debido a la contracción del mercado laboral.

Que quede algo positivo de esta tragedia. Que nuestras poblaciones queden inoculadas contra ese tipo de régimen inepto y corrupto. No más otra Venezuela.(O)