El socialismo suena fantástico. Y probablemente seguirá sonando genial en los años venideros: ¿Quién no querría vivir en un mundo donde la universidad sea gratis, todos tengan garantizado un ingreso y por el simple hecho de tener la cédula, carné o cupón (la oferta varía según el estilo del socialismo) se tenga derecho a regalos y cosas gratis? En general, un mundo donde el papá gobierno nos proteja de cualquier situación complicada de la vida, garantice nuestra felicidad y nos proteja y ampare desde el nacimiento hasta dar ese último y poco sufrido suspiro.

El principal enemigo del socialismo, sin embargo, no es el malvado capitalismo, ni la banca, ni los maléficos empresarios. El enemigo del socialismo es la realidad.

Así, por ejemplo, por más bonito que suene, la universidad no puede ser gratis. No sería gratis incluso si no existiera el dinero. Alguien tiene que invertir o gastar esfuerzo, infraestructura, libros, trabajo en general e ingenio en particular. Todo esto tiene un costo y vuelve imposible que la universidad gratuita, ese viejo afán socialista, sea una realidad. Lo que en verdad piden es que unos le paguen la universidad a los otros a la fuerza, se lo merezcan o no, lo necesiten o no. Y para ello es necesario la fuerza, pues nadie quiere dar su esfuerzo, infraestructura, libros ni trabajo a cambio de nada, por lo que solo queda quitárselos a la fuerza.

Es solo cuando se ve más allá de la retórica y se entiende el significado de las cosas, mirando los hechos concretos, que el socialismo resulta ser no solo una gran desilusión, sino un desastre.

Por lo general, esa misma multitud de jóvenes que aclamaba a los socialistas Hugo Chávez, Rafael Correa y AMLO, por poner ejemplos recientes, en su afán de lograr países socialistas, terminan por hacer protestas para sacar a los mismos abusivos gobiernos que convencieron a multitudes con su retórica y que con la misma fuerza con la que dan, te quitan. El socialismo ha convertido a lo que fue una riquísima Venezuela en un lugar donde hay escasez de todo, desde papel higiénico hasta cerveza, donde la electricidad sigue cerrando y donde hay largas filas de personas esperando obtener comida, y quejándose de que no pueden alimentar a sus familias. ¿De qué sirve la promesa de comida gratis cuando no hay comida?

Aunque el socialismo ha afirmado durante mucho tiempo que favorece a los pobres, en el balance neto probablemente ha hecho aún más daño a los pobres que a los ricos. Después de todo, los ricos tienen el suficiente dinero como para irse del país si creen que los socialistas van a hacerles algo realmente grave, como es el caso de Cuba o Venezuela, cuyo socialismo solo ha logrado redistribuir el dinero, ingenio y trabajo de sus ciudadanos de La Habana y Caracas a Miami.

Jugar al socialismo es peligroso. Muchos países que han entrado al juego han visto que ganarlo significa perderlo todo. Como decía Thomas Sowell, el socialismo es una idea maravillosa. Es solo como realidad que ha sido desastrosa. (O)