El Ministerio de Educación abrió recientemente una licitación para la producción de videos de enseñanza de Física y Química para el Bachillerato General Unificado. Las bases dicen que buscan, literalmente, un “profe youtuber”. No sé por dónde empezar para explicar cuánto nos dice esta licitación sobre lo que está mal en el país, pero me consuela pensar que es una muestra de que buscan contrarrestar la ola de falencias del régimen anterior.

Como táctica económica, tiene sentido. La plataforma educativa gratuita Khan Academy solo ha traducido un reducido número de sus videos al español, y usar una de las plataformas pagadas costaría mucho más por estudiante. Hay al menos una cátedra excepcional en YouTube que podría servir de inspiración: la del profe Álex, dedicado a las matemáticas. Como todo buen youtuber, es carismático y directo, y tiene conocimientos audiovisuales. Más importante aún: sabe enseñar.

Pero el ministerio sorprende con la exigencia de que el gerente del proyecto sea un administrador de empresas y que un ingeniero comercial supervise la producción. Aparte de que la Ley de Educación Superior eliminó el segundo título con buena razón (la ingeniería pertenece a la ciencia y la tecnología), los productores audiovisuales deben estar estupefactos. Pues ¿quién más que uno de ellos para cuidar y hacer rendir el dinero al máximo? No es un milagro que el país produzca cine en las condiciones en las que lo hace, sino el resultado de un concienzudo y organizado trabajo administrativo, aunado al conocimiento de lo que es posible lograr al grabar y al editar.

Los tomadores de decisiones deben centrarse en la visión pedagógica y didáctica de esta iniciativa. En comparación con cualquier corto de Netflix, el profe Álex muestra reducidos valores de producción. Pero tiene casi medio millón de suscriptores y su video sobre la media, la moda y la mediana tiene 1,2 millones de visualizaciones. Aunque otros han manipulado el número de seguidores en YouTube, los mensajes de agradecimiento son suficientes para demostrar el éxito de ese canal.

Si bien enseñar en el aula no es fácil, siempre permite un espacio para la improvisación. En video, por el contrario, hay que saber exactamente lo que se va a decir y cómo. Hace poco tomé una clase en la plataforma virtual Coursera, con una escueta producción y una instructora que no ganaría tres votos en una elección. La ventaja es que la secuencia y las presentaciones estaban muy bien diseñadas; era claro de dónde se partía y hacia dónde se quería llegar en cada momento.

Dudo que todos los estudiantes tendrán la conectividad necesaria para acceder a estos videos o los recursos anímicos para aprender solos por este medio, y me temo que el proyecto pueda reforzar la visión actual de la educación como una preparación para tomar pruebas. Pero es posible que esto democratice el aprendizaje con ese profesor ideal que quisiéramos para todos los estudiantes de bachillerato. Espero entonces que el ministerio tenga claro qué es lo que se puede lograr o no, y cómo, a través del aprendizaje virtual, y de esta manera seleccione con inteligencia al ganador. (O)