Jesús dice hoy lo mismo que dijo en la etapa de su vida terrena: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Él recorrió el camino entre palmas y también entre insultos e incomprensión de algunos. Cuando hablaba, estos le pedían obras; cuando hacía obras, las atribuían al demonio. Jesús dormía cuando las olas del mar de Galilea agitaron la barca; Jesús dormía mientras las olas del mar de Galilea agitaban la barca; confiaba en que los apóstoles actuarían como conocedores del mar. Los apóstoles se sentían seguros junto a Jesús.

Pedro era impulsivo y radical. Francisco lo imita; concentra en atender a los pocos navegantes en la barca el aliento para servir a todos: establece como conducta eclesial la “tolerancia cero” con la pederastia. Espera que sus hermanos obispos unan, sin disminuirla, la tolerancia con su ser padre de víctimas y acusados. Estos conservan su derecho de defensa.

Francisco sabe que la agitación de las olas no es nueva, ni tan grande, como la presentan quienes pretenden hundir la barca. El papa invita a guiarnos por Jesús, quien pide dejar las 99 ovejas en el redil y salvar la débil. Miremos serenamente, por dolorosa que sea la realidad, sin disminuirla ni agigantarla; miremos sus causas, una de ellas el invasivo ambiente sexual.

Hay en el mundo 46.600 sacerdotes católicos. ¿Cuántos son los sacerdotes pederastas, incluidos los acusados después de 60 años de haber abusado a niños? Unos investigadores señalan el 3% de los 46.600; otros llegan al 5%.

En Ecuador hay 2.200 sacerdotes. Basado en mi experiencia de servicio episcopal desde 1969, puedo afirmar que el porcentaje aproximado de sacerdotes pederastas es el mismo mundial. Siguiendo a Jesús, afirmo con el papa Francisco, el actual Pedro: El respeto a un solo niño justifica todo esfuerzo. Eso sí, hay que distinguir el trigo de la paja de exageraciones malintencionadas.

Este crimen urge ser atendido desde sus raíces. Estas se hunden no solo en terreno eclesial; pues los sacerdotes ministros viven en una sociedad sexualizada, en una familia debilitada, en escuelas, colegios y universidades con valores humanos oscurecidos.

A quienes pagados, o no, por agencias empeñadas en hundir la barca usan abusos del clero como parapeto del abuso de niños en hogares, escuelas, colegios, presentando el mismo crimen una y otra vez, para proyectar así la pederastia como crimen preferente o exclusivamente de clérigos.

Cristo fundó la Iglesia con doce apóstoles, unidos y confirmados por uno de ellos, Pedro. La Iglesia es comunidad de comunidades. Cada comunidad, dirigida por un sucesor de los apóstoles, tiene identidad y responsabilidad propias, eso sí, abierta a la comunidad universal, guiada por Pedro.

La crisis actual no puede ser resuelta directamente por el papa. Toda la Iglesia, en sus diversos niveles de organización, ha de revisar la formación del clero, la asistencia a los sacerdotes en el ejercicio de su ministerio y de su vida consagrada, que exige ambiente de comunidad. También la experiencia enseña que poco fruto produce exigir por temor a quienes entregaron la vida por amor. (O)