De acuerdo con el INEC (2018), los índices de pobreza y de pobreza extrema por ingresos en las áreas rurales del Ecuador se ubican en torno al 43% y 18,1% de la población, respectivamente. Estos índices invitan a la reflexión y a asumir el compromiso de buscar estrategias eficientes para erradicar la pobreza rural, ya que son los habitantes de estas zonas (en su mayoría dedicados a la agricultura) los que proveen alimentos e insumos fundamentales para la seguridad alimentaria y producción del país.

En los últimos años las naciones que han considerado el enfoque del Desarrollo Territorial Rural (DTR) para los diseños de sus políticas han logrado aminorar la pobreza en zonas rurales. El enfoque considera el territorio como un espacio de construcción social, el potencial agrícola y no agrícola de las áreas rurales, y la heterogeneidad dentro y fuera del territorio. La construcción e identificación de los Sistemas Agroalimentarios Localizados (SIAL) en territorios rurales, es una alternativa para activar las áreas con altos niveles de pobreza, lo que va en consecuencia con el enfoque del DTR. Los SIAL representan los sistemas conformados por organizaciones de producción y de servicios asociados a un territorio específico, que tienen potencial para generar ingresos para las zonas rurales. Las estrategias utilizadas dentro de los SIAL se elaboran de forma participativa, es decir, intervengan los campesinos y otros actores locales. Dentro de este proceso es fundamental identificar los recursos específicos que dispone cada territorio rural, y activarlos de forma sustentable para generar propuestas de negocios que puedan insertarse adecuadamente en los mercados nacionales y globales. Un exitoso ejemplo de SIAL en el país es la propuesta productiva desarrollada en la localidad de Salinas de Guaranda, en la provincia de Bolívar, que logró activar sus recursos para elaborar productos lácteos, chocolates, textiles y demás. En este proceso fue clave el fortalecimiento del capital social, pues se movilizó a la población y a sus agroindustrias rurales a una marca colectiva, la cual valoriza el conocimiento local y dispone de altos estándares de calidad, teniendo como resultado un desarrollo rural sostenible.

Ecuador es un país con una gran diversidad de la cultura y las riquezas naturales, recursos que representan el vasto patrimonio cultural y ambiental de la nación. Si se logran estrategias para activar de forma sostenible estos recursos, se podrán obtener ingresos que beneficiarían el desarrollo rural, disminuyendo la pobreza.

El rol del Estado y del sector privado es fundamental para orientar y financiar los esfuerzos de las comunidades. Los consumidores podemos contribuir a estas iniciativas de desarrollo, visitando las zonas rurales y consumiendo sus productos locales; lo que beneficiaría a las economías populares y solidarias.

Estas iniciativas no deben descuidar los estándares de calidad en los productos y servicios brindados, para lo cual la academia podría vincularse a través de transferencia de los conocimientos y las tecnologías.(O)

Guillermo Zambrano Mohauad, 24 años, economista; Guayaquil