Muchos atavismos propios de la animalidad se muestran dominantes en los caracteres genéticos de los seres humanos al paso de muchas generaciones. Si dichos rasgos fuesen solo físicos, pareceríamos una manada de pacíficos simios, pero la naturaleza tuvo que hacernos una mala pasada al permitirnos heredar otros caracteres que debieron mantenerse recesivos eternamente, como los comportamentales-emocionales: violencia, intolerancia, discriminación, etcétera.

Quizás Gregorio Mendel (biólogo austriaco) debió hacer algún truquito al organizar las leyes genéticas de la herencia, para que siempre obremos con la razón, que es patrimonio exclusivo de los humanos, lo que nos diferencia de los primates. En fin, todos somos hijos de Dios y producto de la evolución. Dicha premisa me conduce a comentar el tristemente célebre episodio de “los guardias en la garita de Las Cumbres” (ciudadela privada del noroeste de Guayaquil), viralizado en redes sociales. Si algún propósito altruista le atribuyo al adelanto tecnológico comunicacional, es que conozcamos en segundos, local e internacionalmente, eventos denigrantes como el protagonizado supuestamente por un grupo familiar al mando de un padre y sus hijos, en contra de guardias de seguridad que en cumplimiento de su trabajo cuestionaran el paso por la garita a residentes de otra ciudadela; y que tomemos conciencia ciudadana para exigir de las autoridades intervención oportuna y diligente y evitar tráficos de influencias, compras de conciencias, compadrazgos, o se eche tierra sobre acontecimientos que merezcan el respaldo con las víctimas y el total reproche al abuso, la prepotencia que prevalidada de cierta “posición” económica, social, política, etcétera, pueden quebrantar las reglas de la convivencia que fueron pensadas por seres civilizados, para canalizar rasgos de animalidad que pudieron escaparse a la herencia biológica humana.

Si la agresión no es sancionada como el debido proceso lo recomienda, sería un lirismo que la justicia es para todos. De antemano el suceso ha sido sometido al escarnio público. Habrá que seguir haciendo causa común para combatir acciones análogas, evitando que se consolide la violencia social. Ya vimos a un expresidente desafiando agresivamente a oponentes en las calles y en sus “sabatinas”, como referente negativo para nuestros niños y adolescentes.

Estas conductas serán patrones por seguir que se irán repitiendo generacionalmente en violencia, que ya se está viviendo en calles, entre conductores y peatones, en barrios, entre vecinos, en casas, entre parejas, en la política, entre candidatos, etcétera. Si no paramos, volveremos a ser la manada de primates, pero con la violencia heredada de la sinrazón de los humanos. (O)

Joffre Edmundo Pástor Carrillo, profesor, Guayaquil