El respeto por las diferentes formas de vida ha inspirado a los seres humanos a lo largo de la historia en todo el planeta. Algunas sociedades han desarrollado modos de convivencia considerando el cuidado de las criaturas vivientes como fundamental y estableciendo en consecuencia conductas de preservación de su entorno vital. El hinduismo es una religión que exige compasión con los animales. El budismo prescribe comportamientos amables con esas criaturas. El judaísmo pide conmiseración con los seres vivientes y acepta su sacrificio solamente cuando es la única forma de satisfacer necesidades humanas ineludibles. En el cristianismo es ejemplar la posición de Francisco de Asís que protegía a los animales y se sentía parte de la naturaleza. Es notable su película biográfica, Hermano sol, hermana luna, dirigida por Zeffirelli en la década de los setenta del siglo anterior.

Para muchos, la visión de respeto a la vida determina su existencia cotidiana. Algunas formas de vegetarianismo están ligadas a esta concepción del mundo. Gandhi, un vegetariano, consideró que el progreso espiritual requiere, en una cierta etapa, dejar de matar a nuestros compañeros, los animales. Otros creen que su manera de alimentarse no debe depender de la muerte de seres vivos. No comer carne simboliza para ellos respetar la universalidad de la vida y rechazar el derramamiento de sangre. También los movimientos ecológicos y ambientalistas tienen como fundamento de su posición el cuidado de los bíos. Su preocupación por el mantenimiento de la diversidad natural lleva en sí misma un profundo respeto por lo vital, por lo que respira, palpita y siente.

En este escenario, uno de tantos, se ubica también el debate sobre el aborto que en estos días se da en la Argentina con repercusiones en toda la región y el mundo. Hace unas horas, Amnistía Internacional publicó en la contratapa del New York Times un anuncio en el que advirtió a los senadores de esa nación… “el mundo los está mirando”. Es un tema complejo en el que intervienen todas las variables culturales contemporáneas: ciencia, tecnología, desarrollo, razón, fe y espiritualidad. También se encuentran conceptos como identidad, historia, individualismo, costumbres o leyes. Además, ciertas prácticas que comparan unas sociedades con otras, que en este caso sirven como referentes a seguir, pues se plantea que se deben emular sus criterios, siendo esta misma afirmación parte del debate al cuestionarnos sobre si en realidad esas culturas deben ser consideradas como ejemplares para nosotros. Muchos opinan que algunos países ricos de Occidente experimentan graves procesos sociales que implican formas de individualismo extremo y carencia de referentes espirituales que se evidencia, precisamente, en la ausencia de objetivos morales que los movilicen para la consecución de metas humanistas.

El aborto es el dolor colectivo. No puede ser el objetivo porque es la muerte. Sin embargo, como seres humanos hemos construido una civilización de contrastes entre lo sublime y lo que no lo es, pero está y nos representa. Por eso, el desafío es encontrar en este escenario, los mejores caminos posibles para la sostenibilidad vital de todos. Esa pretensión se puede alcanzar desde la reflexión y el debate sensible y culturalmente comprometido.

(O)