A lo largo de la historia de la humanidad, la mayoría de los conflictos han tenido su origen en la falta de tolerancia que los seres humanos mostramos por la postura ajena. Esta sentencia que suena más a conclusión que a encabezado debe ser sin duda el último párrafo obligado de toda evaluación seria sobre los grandes temas que nos aquejan. 

Esta reflexión vale para comentar con mis lectores un tema que anda dando vueltas en la escena local estos últimos años, y sobre el cual ya hemos esbozado algunas ideas en artículos anteriores, que es la imposición de criterios de unas minorías efervescentes por sobre los de las mayorías impávidas. 

Partiendo del respeto que nos debemos unos a otros, comienzo por decir que existen grupos objetivos a quienes indiscutiblemente les ha sido negado el reconocimiento de sus derechos humanos más elementales. 

No es menos cierto que muchos de estos grupos sociales minoritarios o marginados se han visibilizado, o han ido ganando exposición en la escena social como tales, únicamente a partir del último siglo. Por ende, la identificación del problema en el pasado era compleja y la defensa de sus intereses, casi nula. 

Entre otros elementos, es por esto que muchos deben sus conquistas a procesos violentos, que eran los mecanismos aplicables para la época. 

En este punto es indispensable reconocer que la humanidad como conjunto ha evolucionado en algunos temas de derechos humanos, a la par que ha retrocedido en otros tantos.

Sin duda, queda muchísimo por hacer en el tema del respeto y la tolerancia; pero hay algo que debemos decir con claridad: no podemos enfrentar la situación gravosa de grupos menores, poniendo en riesgo la identidad y garantías de las mayorías. 

Los errores de las mayorías en el pasado ancestral no se justifican con el pasar de los años; pero tampoco se pueden recibir como normal la agresividad y la falta de tolerancia de quienes a título de compensación histórica quieren diseñar una sociedad en la cual su grupo viva en absoluta comodidad, sin que nadie pueda opinar al respecto sin ser tachado de discriminatorio. 

La tendencia mayoritaria debe tener un peso específico en las decisiones que se toman para regir la vida de la sociedad en su conjunto. Esto aunque las mayorías no sean tan “bulliciosas” ni llamativas como las minorías. 

Actuar en contrario daría como resultado legislar, planificar y organizarse para cobijar intereses particulares. 

Ecuador tiene una identidad cultural muy arraigada en ciertos valores religiosos y morales. Dichos valores están impregnados en la vida de los ciudadanos y han sido transmitidos de una generación a otra; aceptados como herencia de amor e identidad; y resulta preocupante ver cómo poco a poco se agrede la identidad cultural de la nación, bajo el pretexto de incluir a quienes no están dispuestos a ser parte de un todo. 

Mucha tela que cortar, para un corto espacio que con mucha generosidad me regala este medio. Espero volver sobre el tema a futuro, para aportar en un tópico que más allá de tratarse de un asunto privado está afectando a la sociedad en su conjunto, pues mientras no comprendamos que el respeto es una carretera de dos vías, estamos condenados a repetir errores históricos. (O)