El propósito que persigue la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, es crear las condiciones indispensables para que vivamos dignamente en un entorno de libertad, justicia y paz; involucra la libertad de expresión y conciencia, para una buena participación política.

Quienes nos ajustamos a las expresadas reglas, podemos solicitar medidas cautelares cuando sentimos que somos perjudicados por una persona que abusa de autoridad, ocasionándonos daño u ofensa, menoscabando nuestra honra o integridad. No es procedente que quien olvidó el respeto, la tolerancia e hizo gala de la mofa, se ha ganado el derecho a un monumento por odiador, rencoroso, acomplejado y más epítetos dignos para un récord Guinness; ahora se sienta ofendido pese a que en el pasado criticó a la CIDH. Dicha “mente lúcida” hoy en día demuestra que la institución es un baluarte para la defensa de los derechos humanos. Es satisfactorio que involuntariamente hace un merecido reconocimiento, aunque es evidente su cinismo. La década robada es una mala experiencia que debe ser capitalizada al máximo, para que en este país y en otros no se repita este vilipendio. Esperamos se siga destapando la olla de grillos sin temor, como dijo Séneca: “El que teme siempre será esclavo”.(O)

Fernando Enrique Guzmán Martínez, ingeniero comercial, Guayaquil