El señor de apariencia totalmente extranjera puso en la mano del “cuidador” de carros en la calle una moneda de un dólar, pero el “cuidador” le dijo que eran dos dólares. El señor aludido, o no le entendió o ya había sido advertido de la “viveza criolla” de estos individuos, pues se embarcó en su vehículo y se fue. Acto seguido yo le entregué al “cuidador” mis veinticinco centavos y no pasó nada.

He puesto el ejemplo más sencillo para razonar en las mil y un formas que ciertos ecuatorianos podemos hacerle daño a la patria al ver a las personas extranjeras como partes de “un botín”, y de la necesidad de que es hora de crear un ente social público o privado que las proteja al mismo momento de poner sus denuncias, porque el turista o cualquier extranjero que enfrente un problema de abuso no tiene todo el tiempo necesario para esperar que le resuelvan el caso.

De crearse esta dependencia, todo turista podría asesorarse con anticipación o directamente sobre requisitos y realidades, con el objetivo también de evitar estar a la buena voluntad de ciertos empleados funcionarios que se inventen hacerles “trámites”, llevados por el acento o por la cara de la persona extranjera.

Vale recordar que muchos viajeros traen disposiciones de las agencias de viajes de los países en donde proceden de manera distinta que en el nuestro; a una familia de extranjeros al partir les dieron unos formularios y les dijeron que deberían ser llenados y entregados al salir del Ecuador, pero por un error que escribieron con la pluma trataron de conseguir otros formularios en la misma agencia de viajes en Guayaquil, pero en nuestra ciudad eso era posible solo dos horas antes del vuelo de retorno.

Es posible que a miles de visitantes, o de los extranjeros que viven en el Ecuador, les hayan sucedido cientos de situaciones (abusos, trabas, problemas, etc.), que en su momento les significan amargas experiencias, las mayorías de las cuales pueden quedar solo en el ánimo de quienes las sufren.(O)

Eduardo Vargas, doctor en Medicina, Guayaquil