Durante el dispendioso gobierno de la familia revolución ciudadana, entre sus incontables pecados está el haber continuado subsidiando los combustibles: la espeluznante cifra llega a más de 22 mil millones de dólares. Vale indicar que el total de los subsidios supera los 30 mil millones.

En pocas palabras, se tomó deuda externa solamente para subsidiar los combustibles.

Para mirarlo desde otra perspectiva, ese subsidio ha representado 550 mil viviendas de 40.000 dólares cada una, más de las ofrecidas por el presidente Moreno. El Estado habría podido, con el subsidio a los combustibles, si no lo mantenía, regalar esas 550 mil viviendas.

Cada vez que el Estado regala algo, cada vez que se subsidia algo, se debe recordar el principio básico y la razón de ser de la economía: los recursos son limitados, las necesidades son ilimitadas. Por lo tanto, al regalar y al subsidiar, se debe preguntar siempre: ¿qué estoy dejando de hacer para poder regalar o subsidiar? ¿Cuál es mi costo de oportunidad? ¿Qué uso alternativo tengo para los recursos que estoy regalando a través del subsidio? Esas son las preguntas que se hacen los estadistas, no los políticos populistas.

En el caso de los subsidios a los combustibles, hay un tema ético adicional: estos productos son consumidos en mucha más proporción por las clases medias, media-altas y altas. El pobre camina, usa bicicleta, monta un burro, tiene una moto vieja o anda en transporte público. El consumo per cápita de combustibles aumenta en la medida que aumenta el ingreso per cápita. Por lo tanto, es un subsidio regresivo, que favorece a las clases altas en mucho mayor grado que a las clases populares.

Este subsidio lo ha otorgado un “Robin Hood invertido”. Se toma de los pobres, para darles a los ricos.

Pero esta aberración ética de gran parte de nuestra historia se vuelve más perversa en los últimos diez años por el modelo aplicado por la familia revolución ciudadana.

En ese modelo, cuando los más pudientes son consumidores, el Estado les dice: “Les subsidio el combustible, es decir, les doy más capacidad de consumir otras cosas”. Porque si el combustible por la dádiva del Estado es barato y subsidiado, entonces el más pudiente tiene más recursos disponibles para consumir otros productos. Ahora bien, hay que recordar que mientras más alto es el nivel de vida de una persona, más productos importados y suntuarios consume. Por lo tanto, este subsidio de un “Robin Hood invertido” termina haciendo que el país consuma más bienes suntuarios e importados de lo que habría consumido sin el subsidio a los combustibles.

Pero el absurdo modelo se completa en su perversidad y falta de ética, cuando luego de haberle regalado a los más pudientes ese subsidio como consumidores, se voltea cuando son productores, que generan empleo, riqueza y crecimiento económico, y ahí los agobia con impuestos, trabas, asfixia regulatoria, y les obstaculiza cumplir con su insustituible labor de generar bienestar para que los pobres mejoren su nivel de vida, tengan empleo y una existencia más digna. La joya de este esquema es el famoso decreto 374 que obliga a pagar impuesto a la renta anticipadamente aun a quienes pierden dinero, y que consagra un esquema confiscatorio sobre las empresas con el cálculo perverso sobre activos de ese infeliz anticipo que ya debió haber sido eliminado.

Diez años de gritarle con ese esquema a la sociedad: “No inviertas, consume; no generes empleo, gasta divisas en bienes suntuarios; no traigas maquinaria para mejorar la productividad, compra un nuevo televisor para ver los mundiales de fútbol”.

El Estado no debe continuar con este esquema tan pernicioso. Los subsidios a los combustibles y al gas deben ser focalizados, para que solamente lleguen a los pobres, y no a los que más tienen y que deben, por razones económicas y éticas, pagar el precio correcto por un recurso no renovable y contaminante.

Esa focalización puede implicar un subsidio directo al transporte público durante un tiempo prudencial para que la economía popular vaya absorbiendo el impacto inicial del ajuste. Puede también garantizar a los pobres y solamente a ellos el precio bajo del cilindro de gas. Todo esto ya se debió haber hecho.

Lo que no se debe seguir haciendo es tomar más deuda para que los ricos usen combustibles baratos. Lo que no se debe seguir haciendo es usar un recurso no renovable para que los más pudientes tengan un mejor nivel de vida como consumidores, cuando ese subsidio representa casas, educación, salud y otras necesidades que no están satisfechas para muchos pobres. Y esto, mientras se asfixia inmisericordemente al empresariado productor.

Ya saldrán quienes sigan envenenando con el elixir de la ignorancia a la sociedad, diciendo que estas medidas son “antipopulares”. Que esas voces vean el precio de los combustibles en los países con más alto nivel de vida y mejor distribución del ingreso del mundo, antes de emitir un criterio. (O)

 

Lo que no se debe seguir haciendo es usar un recurso no renovable para que los más pudientes tengan un mejor nivel de vida como consumidores, cuando ese subsidio representa casas, educación, salud y otras necesidades que no están satisfechas para muchos pobres.