Nuestra Constitución invoca el nombre de Dios y contradictoriamente Dios tiene prohibido entrar en las escuelas y colegios, pero se da luz verde a una minoría que pretende promover su orientación sexual y modo de vida totalmente alejados del modelo tradicional de la familia con bases cristianas.

Creen que tienen derecho a intervenir en la mente de los niños y adolescentes con sofismas, distorsionando la naturaleza del ser humano e interfiriendo en el desarrollo psicológico. Pero si un mortal se atreve a opinar contrariamente a sus creencias, posiblemente sea atacado y hasta judicializado. La educadora María Montessori afirmaba que el niño cuenta con una mente absorbente haciendo suyo el entorno de la sociedad en que crece. Imaginemos a los niños estudiando en un ambiente donde los antivalores son “normales”, no necesitaríamos ser eruditos para saber el resultado. El desarrollo integral no se logra vistiendo a un niño de mujer o diciéndole que una pareja de un mismo sexo es la nueva familia. Un niño no es responsable de sus actos, no puede cambiarse el nombre y no puede votar, por lo que sería tonto pensar que puede decidir “cambiar de sexo”. Pido una reflexión sincera y honesta a las autoridades. Se están pisoteando los derechos de los niños y adolescentes, garantizados en la Constitución (artículo 11, numeral 9, y artículo 44). Tomo prestadas las palabras de un diputado chileno que circula en las redes: “... Los mayores de 18 años podrán hacer lo que quieran con su vida porque no tendrán impedimento alguno... podrán cambiar todo lo que quieran, pero una cosa no podrán cambiar, es el ADN… Los mayores hagan lo que quieran, a los niños los defenderemos…”.(O)

Julio Navas Pazmiño, licenciado en Ciencias de la Educación, Guayaquil