Cuando se lea esta columna, ya habré cumplido 76 años de edad.

Nací en Guayaquil, aquí estudié y he trabajado la mayor parte de mi vida, aquí seguí con el hogar formado por mis padres que se fue ampliando con la suma de amor en la familia, aquí espero morir e ir al encuentro con Dios.

La pasión que le debemos a Guayaquil, los que hemos hecho de esta ciudad nuestro gran hogar, no significa que se pierda objetividad ante sus circunstancias.

La ciudad política

Esta es la ciudad del 6 de Marzo de 1845 –Revolución Marcista–, del 5 de Junio de 1895 –Revolución Liberal–, del 9 de Julio de 1925 –Revolución Juliana– y del 28 de Mayo de 1944 y, en décadas pasadas, se ha movilizado por las grandes causas de la patria.

Ha habido políticos radicales en la confrontación que al asumir la Alcaldía privilegiaron la ciudad y presidentes que correspondieron con similar condición.

Trabajé en la Municipalidad de Guayaquil desde diciembre de 1961 hasta septiembre de 1970 –con un corto período de interrupción–. Fui secretario municipal con los alcaldes Assad Bucaram y Pancho Huerta.

El primero, beligerante y confrontador, pero para los temas de Guayaquil no había espacio cerrado, se reconcilió, para sumar inversiones y obras, con los presidentes Otto Arosemena y Velasco Ibarra, a quienes había cuestionado y combatido en diferentes circunstancias.

Huerta, entonces y ahora, un verdadero demócrata.

Sobre Febres-Cordero presidente escribí el libro El abuso del poder, 1985. Dos veces asaltaron mi oficina. Cuando llegué al Rectorado de la Universidad de Guayaquil, 1994, me era imperativo reunirme con el alcalde Febres-Cordero. Concertada la cita, los primeros minutos fueron de reclamos, pero en la misma reunión acordamos un plan de trabajo, con un fuerte apoyo de la Municipalidad que se cumplió hasta el año 2000. En los últimos meses de 1996, varias veces se reunieron el entonces presidente Abdalá Bucaram y Febres-Cordero, quienes habían tenido múltiples enfrentamientos, en una participé como rector de la Universidad. Posterior a la Alcaldía, sus odios se reactivaron.

El alcalde Nebot

Para las elecciones seccionales de marzo de 2019, habrá cumplido 18 años y 7 meses de alcalde –su primera posesión fue el 10 de agosto del 2000. No hay gobierno seccional en la historia del Ecuador que haya durado tanto tiempo. Y esto en democracia electiva y de gestión.

Ha cumplido con la ciudad. Los índices y referentes –incluyendo los financieros– lo evidencian. No solo están las obras que viabilizan calidad de vida, en la movilidad y en la infraestructura, sino que sus aportes para la educación y la cultura han superado a cualquier época anterior.

En regeneración urbana se ha hecho mucho. Falta aún reactivar la vida del centro urbano en los días feriados y en las noches, por los desplazamientos de la población a otros sectores.

Me preocupan los solares vacíos con acumulación de desperdicios, que son focos de insalubridad. Más grave cuando son del sector público. La Universidad de Guayaquil tiene en total abandono cientos de miles de metros cuadrados en el macropredio junto a la avenida Tanca Marengo y cerca de la avenida Las Aguas, que es usado hasta para comercialización de droga. No tiene recursos para desarrollarlo. Debe haber una decisión de la U. de G. con la Municipalidad.

Pregunto, ¿qué entidad podrá tomar a cargo la restauración de la Casona de la U. de G., de la calle Chile, con evidente deterioro parcial después de los sismos de abril del 2016?

Sumar y coincidir

Un caso que viví fue la reapertura del Banco Guayaquil, cuando fue declarado en liquidación en junio de 1970.

César Durán-Ballén, entonces vicepresidente de Cofiec, motivó rescatar el Banco. Lo apoyó el alcalde Francisco Huerta. Desde la ciudadanía Clemente Yerovi Indaburu aceptó presidir el Comité de Reapertura y luego el Banco.

Hubo la fortaleza ética para la credibilidad del plan, sin subsidio estatal, que lo aceptó el presidente Velasco Ibarra. Nadie acumulaba dominio. El Banco se reabrió el 1 de diciembre de 1970. Fui su procurador hasta enero de 1979.

El año 1984, por la necesidad de capitalización, su administración llegó a un acuerdo con Danilo Carrera y Guillermo Lasso. Hoy es uno de los grandes bancos del Ecuador, superando toda la agresión contra Lasso, “por marketing” del correato.

¿Qué fue mejor en décadas pasadas?

Extraño el no conformismo y la rebeldía de Guayaquil de los siglos XIX y XX, que no se evidencian en el siglo XXI.

Por no conformismo, ante el abandono de la salud, Guayaquil estructuró la Junta de Beneficencia, la Sociedad Protectora de la Infancia, la Liga Ecuatoriana Antituberculosa (LEA), el Instituto de Higiene y Solca, así como varias unidades médicas privadas de excelencia. A unas entidades las ahogó el centralismo; y, por otras casi debe hacerse rogativas para que se las respete.

La ciudad rebelde –que no se limitaba a la juventud, pero esta siempre ocupaba la primera línea– ¿dónde está?

Aun en dictaduras militares represivas, cuando la ciudad se indignaba, se paraba.

El Panóptico – en Quito– o la cárcel o un cuartel, de ser apresados, era el riesgo. No importaba. La libertad sin dignidad no tiene valor.

Tiempos hermosos de los que éramos vicentinos, o del Aguirre Abad o del Borja Lavayen, también con las compañeras del Colegio Guayaquil, al levantar la voz y ocupar todos los espacios para que se nos escuche.

Y en la Universidad, los maestros estaban junto a nosotros. Recuerdo a nuestro rector Antonio Parra Velasco.

Guayaquileños, ¿coinciden conmigo?, ¿debemos recuperar el no conformismo y la rebeldía de la ciudad?(O)

Extraño el no conformismo y la rebeldía de Guayaquil de los siglos XIX y XX, que no se evidencian en el siglo XXI.