Giovanni Battista Piccioli *

El deporte es tan antiguo como el ser humano, de hecho comprobamos que a través del tiempo se han desarrollado y quizá perfeccionado, por no decir estereotipado, ciertos deportes que son parte de nuestro diario vivir.

Y no puede faltar el rey de los deportes, el fútbol, que ahora por estas fechas mundialistas es como uno más de la familia, en casa o fuera de ella. Recrea contemplar cómo la gente, de toda clase, condición o edad, se reúne improvisadamente frente a una pantalla para disfrutar del partido de turno, que a su paso le tocó ver en la calle, en alguna plaza, ? en la tiendita que sacó su televisor. El lugar es lo de menos.

Es que este deporte tiene un algo que logra aflorar en nosotros emociones y sentimientos, que en muchos de los casos son difíciles de manifestar. Como seres humanos necesitamos dejar salir ese algo que nos pone a todos en un mismo nivel.

Es interesante reconocer cómo estas instancias nos pueden ayudar a impulsar una mejor civilización si hacemos de ellas espacios para crecer en urbanidad y humildad. No basta con dejarnos llevar por las emociones y sentimientos. Debemos hacer de ellos instrumentos positivos de relación; el otro es igual que yo y merece mi reconocimiento y respeto (al igual que yo).

Puedo poner en práctica mi educación y sin prejuicios ser yo mismo en medio de otros iguales que yo.

Verificamos en el ejemplo que los hinchas japoneses y senegaleses nos dieron, sin importar que sus equipos ganaran o perdieran; al final del partido recogieron la basura que generaron mientras lo disfrutaban.

Es interesante reconocer cómo estas instancias nos pueden ayudar a impulsar una mejor civilización, si hacemos de ellas espacios para crecer en urbanidad y humildad.

Para ellos no fue algo extraordinario, simplemente hicieron lo que aprendieron y que es parte de su educación. Vale la pena resaltar que esta experiencia se da en todos los aspectos, así, los mexicanos fieles a su convicción no tuvieron reparo en compartir sus creencias con la expresión máxima de la misma, la santa misa.

Celebrarla con gran devoción de su parte, antes del partido (sabemos que muchos pueden llegar a tildar esta actitud de supersticiosa) y dependiendo de la afinidad religiosa que se tenga, este no es el hecho relevante; más allá de nuestras afinidades, es de sabios reconocer que cuando nuestra convicción es real, no importa el lugar ni el momento para vivir y expresar con naturalidad aquello que es parte de ti, que te identifica y que te hace único.

Son oportunidades, futbolísticas, aquellas que debemos aprovechar para desarrollar todo lo positivo y bueno que tenemos, demostrándonos a nosotros mismos... que ¡sí es posible ser de otra manera! (O)

* Obispo católico.