Circula por las redes sociales una entrevista al expresidente Correa en la cual pretende explicar su ruptura con Lenín Moreno. Argumenta que el problema sería la existencia de un elemento ‘patológico’ en el actual gobernante y especula que en ocasiones “las personas que han sufrido una tragedia como la que él sufrió (refiriéndose a su discapacidad)” guardan “una amargura, una frustración con la vida, una frustración hacia los demás”, que cuando tienen el poder “la desfoga”, y que en este caso el destinatario de toda esta frustración sería él.

Más allá del irrespeto profundo que podrían generar los comentarios del exmandatario, resulta importante realizar aclaraciones conceptuales de sus inoportunas aseveraciones, toda vez que abiertamente insinúa que la discapacidad que sobrevino al presidente de la República es un elemento patológico que lo frustra, lo somete, lo doblega. Sin embargo, los planteamientos científicos más avanzados determinan que apreciaciones como la del exgobernante tienen que ver más “con el temor, la ignorancia y el prejuicio” antes que con una vulnerabilidad de los discapacitados al reflejar frustraciones de variada índole en su vida. Nadie (con mediana inteligencia) puede cuestionar la calidad de vida emocional de una persona discapacitada, pues se ha comprobado hasta la saciedad que el manejo de las emociones, afectos y desafectos está sustentado en otras lógicas y variables.

... los planteamientos científicos más avanzados determinan que apreciaciones como la del exgobernante tienen que ver más “con el temor, la ignorancia y el prejuicio”...

En ese contexto, resulta válido sugerir el hecho de que existen personas sin ningún tipo de discapacidad, pero que están atrapadas en complejos, resentimientos y decepciones, pudiendo asegurar enfáticamente que la salud emocional de un individuo va más allá de su eventual discapacidad. Hay múltiples ejemplos de discapacitados que manejan una notable vida interior, mientras que otros en plena capacidad física exhiben una vida llena de temores y prejuicios; en ese sentido, los comentarios del expresidente Correa respecto a una supuesta patología de Lenín Moreno por su condición reflejan en su lugar una total desorientación, pues solo de esa manera se podría explicar lo ruin que significa sustentar una patología de la discapacidad.

El expresidente tiene todo el derecho de cuestionar elementos ideológicos y doctrinarios si considera que ha existido un cambio notable por parte de su excoideario, pero atribuir dicho cambio a una patología derivada de la discapacidad es caer en una degradación de la cual nadie puede salir indemne. La mera insinuación es una total ofensa. (O)