Víctor Hugo decía que hay abismos buenos y son aquellos donde se despeña la iniquidad. En la Antigüedad la ejecución de criminales y traidores se hacía lanzándolos al vacío. En la Atenas de Pericles, desde las murallas de la ciudad que serían demolidas por los espartanos al ganar la Guerra del Peloponeso. En la Roma republicana el patíbulo era la Roca Tarpeya, un precipicio en el monte Capitolino. El método tenía su simbolismo: devolver a trepadores y buscavidas al nivel que les corresponde dentro de la sociedad.

Ecuador tiene sus respectivos abismos buenos con el trámite de los casos Balda y Gabela. Los testimonios de procesados y testigos, si bien causan estupor e indignación, son parte de la vindicta pública en aras de la verdad y la justicia, principios inmanentes de la convivencia social.

A la luz de las revelaciones son sendos hoyos negros, en cuyo fondo hay la peor fetidez e inmundicia.

Estamos hablando de que el abuso del poder del expresidente Rafael Correa no tuvo límites, según parece, llegando a ordenar un secuestro por una mezquina y obsesiva venganza, y, más grave aún, encubrir el asesinato de un excomandante de la Fuerza Aérea, por la denuncia que hiciera de la compra fraudulenta de los helicópteros Dhruv.

Las pruebas son cada vez más abrumadoras e incontestables, y no podrán ser desvirtuadas por la victimización del victimario y sus cómplices, con el manido argumento de que se trata de una persecución política.

El velo del secretismo y la tapadera, que sirvió para ocultar tantas corruptelas, se ha corrido, poniendo al descubierto que el régimen, que nos gobernó durante 10 años, ha sido como una mafia, no solo con fines de enriquecimiento ilícito sino además con manejos propios del crimen organizado.

Y es solo el comienzo. Tendrán que investigarse múltiples casos que han quedado sujetos al encubrimiento y la impunidad sistémicas.

Hay 35 muertes no aclaradas de personas que se identificaban con la oposición. El listado incluye al periodista Fausto Valdiviezo, así como al exasesor Quinto Pazmiño y su esposa, entre otros.

El recordado “pativideo” donde se manipulaba dolosamente el mercado de bonos de la deuda pública. La desfiguración de la rebelión policial del 30-S para presentarla como un supuesto golpe de Estado “blando”, que dio lugar a una verdadera cacería de brujas que significó privar de la libertad a decenas de inocentes. Y la sentencia fraguada desde la acusación contra Diario EL UNIVERSO imponiendo 3 años de prisión a sus directivos y 40 millones de dólares de multa.

Hay otros casos que todavía no se ventilan como corresponde. Por ejemplo, el de las escuchas telefónicas. Al principio, de conformidad con la ley, se requería autorización de fiscal o juez competente, pero con el tiempo quedó a discreción de la omnipotente y omnipresente Senain, que funcionaba como apéndice de la Presidencia de la República.

Anotar que el expresidente de Panamá Ricardo Martinelli acaba de ser extraditado de Estados Unidos para que responda ante la justicia de su país por escuchas ilegales a 150 periodistas y opositores. ¿A cuántos más habrá estado espiando alias “Mashi”, que, según rumores, hasta lo hacía con los suyos por su compulsión paranoica de controlarlo todo?

En esta hora de confesiones delictivas, nada más patético que presenciar a la panda de correístas sectarios apelar al respeto a la ley y los derechos humanos, que violaron a mansalva. Se creyeron dioses del Olimpo pero no son sino ángeles caídos.

(O)