Todos hemos, en algún momento de nuestra vida, enfrentado el peso del poder, sea este económico, social, político o incluso el pequeño poder de alguien asignado a controlar una puerta de acceso o a atendernos en alguna ventanilla de servicio público. La impotencia ante el poder abusivo, la prepotencia e irracionalidad genera frustración y en ocasiones violencia. En ningún caso la violencia es justificable, sin embargo, puede ser comprensible cuando nos enfrentamos a respuestas y acciones irracionales que claramente transgreden la ley y la justicia queriendo obligarnos a aceptar decisiones porque simplemente vienen de alguien imbuido de poder.

El caso Gabela, como muchos otros que se van develando en los últimos tiempos, son ejemplos extremos del peso del poder ilimitado que se instauró institucionalmente en el país durante los pasados diez años. Un poder que controlaba y corrompía. Un poder que escondía y pretendía que aceptemos, sin chistar, respuestas que iban contra toda lógica. Debíamos creer y aceptar que el general Gabela había sido asesinado por la delincuencia común, que no tenían relación alguna sus denuncias sobre la adquisición de los helicópteros Dhruv. A su familia, al igual que a muchos ecuatorianos, eso nos parecía una burda falacia. Impotentes asistíamos a declaraciones de todas las instancias del gobierno del expresidente Correa proclamando las conclusiones del peritaje: delincuencia común.

Tal vez todos coincidimos en algo, fue la delincuencia, pero no una delincuencia común, fue una delincuencia mucho más organizada. Delincuentes con poder y por tanto más peligrosos. Delincuentes con suficiente poder como para intentar borrar todo indicio de verdad y dejar en la impunidad un vil asesinato. Delincuentes que forjaron documentos y entregaron un informe final falso a la familia. Delincuentes que asesinaron a un hombre honesto y que quisieron mancillar su nombre.

La perseverancia de la Sra. Patricia Ochoa viuda de Gabela y su familia, durante casi ocho años de lucha contra un monstruoso poder cuyos tentáculos pretendían asfixiar la verdad, ha abierto la ruta hacia la justicia no solo para el caso Gabela sino para muchos otros. Que se identifique y juzgue a los autores intelectuales, cómplices y encubridores del asesinato del general Gabela. Que respondan todos los que deban responder y a todos los niveles.

Que el caso Gabela sea la antorcha que ilumine el camino para restaurar el sistema judicial en el país y nuestra confianza en él. Que se esclarezcan casos como el juicio de Galo Lara, los asesinatos del periodista Fausto Valdiviezo, los dirigentes shuar José Tendetza, Bosco Wisuma, Fredy Taish, el abogado Wellington Alcívar, Quinto Pazmiño y su esposa, y tantos y tantos otros de una larga lista.

Tenemos confianza en que las nuevas autoridades del Consejo de la Judicatura nombradas por el CPCCS transitorio, liderado por un hombre sabio y honesto como es don Julio César Trujillo, cumplirán con su rol histórico de encaminar la restauración de la justicia en el Ecuador. Mujeres y hombres valiosos con una larga trayectoria profesional y humana nos dan la esperanza de que así será. Su compromiso es principalmente con cada uno de los ciudadanos anónimos que han debido enfrentar indefensos e impotentes a un sistema judicial corrupto. (O)