El previsto triunfo del candidato presidencial Iván Duque, del partido Centro Democrático, liderado por el expresidente, y prominente senador, Álvaro Uribe, le obliga al Gobierno ecuatoriano a un análisis objetivo, frío y descarnado de las opciones que tiene para enfrentar a la nueva realidad política de Colombia. Tendrá que sopesar los factores relacionados con la precariedad de los acuerdos de paz celebrados por el Gobierno saliente de Santos con las FARC –tan combatidos por los triunfadores– y de los que tanto dependen los problemas de la frontera ecuatoriana, y, por otra parte, los relacionados con el hecho de que el Gobierno ecuatoriano reconoce –casi en solitario en el mundo democrático– la elección de Maduro en Venezuela, mientras el nuevo Gobierno colombiano endurecerá la posición de su país de no reconocer la tal elección por fraudulenta. Las líneas políticas que se adopten deberán ser prácticas, realistas, orientadas exclusivamente a servir los intereses nacionales, con prescindencia de las fracasadas doctrinas del socialismo castro-chavista.

Los acuerdos de paz difícilmente prosperarán, a pesar de que las curules en el Congreso para los principales de las FARC y el sistema de justicia especial para juzgar los crímenes de los guerrilleros estén garantizados constitucionalmente; para que funcione esta justicia especial hace falta todavía la aprobación de la Corte Constitucional y la suscripción del presidente, lo que probablemente le corresponderá hacerlo o no al presidente electo. Un segundo proyecto para establecer los procedimientos de este sistema especial se encuentra todavía en debate en el Congreso; el nuevo presidente podría inclusive retirar el proyecto, lo que paralizaría el funcionamiento del sistema especial de justicia. Duque dice que es inaceptable que los principales responsables de crímenes contra la humanidad tomen asiento en el Congreso sin confesar sus delitos, cumplir condenas por ellos, y reparar los daños infligidos a las víctimas: “Los principales responsables de las FARC no prestarán el juramento de posesión”, ha sentenciado. Las negociaciones con el ELN difícilmente prosperarán. De lo que ocurra en Colombia dependerá la forma de cooperación que el Ecuador pueda obtener del nuevo Gobierno colombiano en el asunto fronterizo.

El otro punto crucial para nuestra cooperación con Colombia es el de la relación con Venezuela. Para Colombia, este es un asunto vital: durante el gobierno de Maduro, el éxodo de venezolanos a Colombia es de un millón de personas; esta pavorosa tragedia humanitaria se debe únicamente a la incapacidad y brutalidad del gobernante. No hay solución con Maduro en el poder. El Gobierno ecuatoriano mantiene una posición vacilante: apoyó, bajo la cancillería de Espinosa, el proceso de elección de una inconstitucional asamblea constituyente, y ahora sostiene que no puede inmiscuirse en los asuntos internos del otro país; en la OEA, representado por el actual canciller en el presente año, generalmente apoya a Maduro y alguna vez se abstiene; está contra la voluntad mayoritaria de América y unánime de Europa. Le ha llegado la hora de rectificar. El interés y la seguridad nacionales se lo exigen. El nombre del Ecuador no puede mancharse con el apoyo a los dictadores de Venezuela y Nicaragua, de cuyas manos chorrea sangre. (O)