Hay personas ricas, poderosas, con buena salud. A pesar de estos bienes experimentan un vacío, viven insatisfechas.

Algunas de las más llenas de bienes experimentan más que otras un vacío vital. Por supuesto, la carencia de recursos para atender las necesidades humanas es un mal que hay que combatir.

Observar que se han multiplicado los suicidios y que los que más se suicidan son los que tienen vivienda, vestido, sugiere que el motivo de la insatisfacción es más hondo. Algo les falta.

Algunos políticos con fervorosa militancia se han empeñado en el bien de los ciudadanos. Estos con claridad y reciedumbre han defendido de palabra y de obra el enfoque de su partido dentro y fuera del mismo.

Han actuado honrada y creativamente; pero lo conseguido no satisface, tampoco a ellos. Más allá de declamar éxitos, en el hondo de su ser descubren que pudo y puede ser mejor. Algo les falta.

Los que los suceden en el poder afirman fanfarronamente que heredan una bancarrota, se esfuerzan en borrar, más para “ir de nuevo”, que para construir. Los tontos afirman que comienzan de cero; los sabios y prudentes miran el lodo y la flor de loto en el pantano; aprecian la importancia de su partido, aceptando que su flor de loto no es toda la realidad.

Los políticos malos no se empeñan en suprimir el foco de la suciedad; solo la cubren con un manto y la entregan a sus sucesores, como si toda la realidad fuera flor de loto.

Unos y otros experimentan el vacío de la totalidad. Los políticos en general usan diversos recursos para llenar su vacío y expresar su insatisfacción.

Unos, los infantiles, rechazan responsabilidades, pretenden llenar el vacío acusando a los anteriores. Adán y Eva rehuyeron responsabilidades, acusándose mutuamente y acusando a otros: “La serpiente me engañó”, “La mujer que me diste me dio la manzana” (Génesis 3). Otros, conociendo la limitación de la realidad (no todos pueden entrar en el jeep), pretenden que este sirva solo a ellos: Llévame “a mí nomás”.

Hay que tender puentes con relaciones sólidas para, llenando dos vacíos, llegar a una sociedad feliz: -el vacío de Dios, expresado en obrar, como si fuéramos el principio y el fin de un mundo, que gira en torno nuestro; -el vacío de las otras personas, por obrar alejados de ellas.

El presidente Lenín resume en una afirmación dolorosa vacíos en nuestra identidad: “En el 60-70% de las instituciones salta pus”. ¿Cómo llenarlos?

La multiplicación de constituciones y el pulular de leyes ocultan la necesidad de formar ciudadanos libres y responsables. El cambio de vestido no cura enfermedades. Los epítetos “conservador”, “progresista” sin señalar un punto de referencia son vacíos.

Según algunos, partir de la raíz de nuestra identidad es retroceder. ¿Hay otra mejor realidad de referencia, que la propia identidad, para afirmar que adelantamos o retrocedemos?

Hay que ir a la raíz: hay que llenar los vacíos de nuestros presente y futuro, en el hogar, en escuelas, colegios y universidades. (O)