Una compañía ecuatoriana importa desde Estados Unidos un contenedor lleno de lápices para venderlos localmente. Son lápices comunes y silvestres: amarillos, de madera, con una varilla de grafito en su centro para poder escribir. Tal como han sido siempre. Y sin embargo, la compañía paga por ellos la fortuna de $ 300 cada uno. ¿Por qué pasaría esto? Quizás lavado de dinero.

Este ejemplo ficticio ilustra una de las formas más comunes que puede tomar el lavado de dinero. En el ejemplo, la compañía local mediante una sola operación de comercio exterior simulada logra sacar del país cientos de miles de dólares a través del sistema financiero. Eso sí: para que sea lavado es necesario que el dinero empleado tenga un origen ilícito. Entonces, para completar el caso hipotético imaginemos que el dinero que la compañía ecuatoriana usó provino de la siembra y venta de cocaína en la frontera sur de Colombia. Con la supuesta venta de lápices carísimos, quien controle la cuenta bancaria donde se recibió el pago ha logrado que su dinero sucio tenga apariencia legítima. Lo ha lavado.

¿Quiénes lavan dinero? En principio todos aquellos que tengan sumas cuantiosas e imposibles de justificar: el narcotráfico, la delincuencia organizada, y políticos que aceptan sobornos. Muchas veces lo hacen usando productos financieros, de seguros o del mercado de valores. Pero también ocurre con frecuencia en el comercio exterior. Por eso la historia de los lápices con sobreprecio.

Esta modalidad es más común de lo que parece. De hecho, Global Financial Integrity, organización con sede en Washington D. C. dedicada a investigar cómo prevenir delitos financieros, calcula que en Ecuador hasta el 7% de las exportaciones y 8% de las importaciones son operaciones de comercio con datos falsos (trade misinvoicing). Como la de los lápices. Los datos corresponden al periodo entre 2005 y 2014, y equivalen a $ 26.000 millones y $ 30.000 millones, respectivamente.

El riesgo del lavado de dinero debe ser una preocupación permanente en los esfuerzos por mantener seguro nuestro país. Después de todo, casi nadie delinque por el puro anhelo de causar daño. Los delincuentes quieren que sus conductas les traigan riqueza. Si logramos que sea muy difícil usar el dinero malhabido, conseguimos reducir el incentivo para delinquir.

Desafortunadamente, en términos de lavado de activos no nos ha ido tan bien recientemente. Remitámonos a lo que dice el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), organismo creado por los gobiernos del mundo para fijar estándares en la prevención del lavado. Entre 2011 y 2015, el GAFI le hizo más de diez llamados de atención a Ecuador por no cumplir con sus recomendaciones para prevenir el lavado de activos. En octubre de 2015, nuestro país recién salió del listado de jurisdicciones que el GAFI monitoreaba permanentemente por estos incumplimientos y ha logrado mantenerse fuera de dicho listado hasta hoy.

Por todo esto debemos hacer ya lo impostergable: tomar conciencia de que nuestro país es vulnerable al lavado de dinero, exigir a las autoridades que adopten medidas razonables para mitigar su riesgo e informarnos sobre cómo nuestras propias organizaciones pueden ser usadas para lavar, y evitarlo.

(O)