Hace cien años los estudiantes universitarios argentinos fueron el fuego que inflamó el mundo del saber, al pedir la democratización y un carácter científico de la Universidad Nacional de Córdova, racista, clerical, alejada de las ciencias naturales y exactas, sin correspondencia con los cambios del país y del mundo, donde ni una sola mujer estudiaba y que ejercía dominio en el Estado. Reclamaron la autonomía universitaria, el cogobierno, la extensión universitaria, los concursos de oposición, la gratuidad de la enseñanza. “Queremos una nueva universidad, no que se cambie un artículo”, proclamaron. Estaban dispuestos a hacerse matar, no se movieron de su centro de estudios cuando la policía los intimó a desalojarlo. El fuego se extendió al resto de universidades de Argentina, que declararon también la huelga.

Las ideas liberales de Europa impulsaron la movilización de la clase media y obrera, nutrida de inmigrantes en suelo gaucho.

La autonomía universitaria era una vieja aspiración estudiantil, desde que el siglo XIII los estudiantes de la Universidad de París la obtuvieron del papa Gregorio IX, quien la llamó “Madre de las ciencias” y garantizó la libertad de enseñanza respecto a las autoridades locales, seculares o eclesiásticas. La libertad que tenían las universidades la perdieron y la Iglesia las vigiló más. En la centuria XVII, al formarse los estados nacionales, estos determinan lo que pueden o no hacer dichas instituciones y las hacen más especializadas y menos ricas en contenido universal y humano (Jesús Moncada, docente mexicano). Napoleón manifestó pretender un medio de dirigir las opiniones políticas y morales. Para él, las universidades eran ejércitos y los maestros, oficiales. Ahí se capacitan a los funcionarios públicos. Desaparecido el pensamiento, desaparecen muchas universidades.

El humanismo dio batalla y promovió el estudio de la crítica, de la individualidad, de la vida, del arte y la creación, según refiere Gilson, citado por Esthela Andrade, profesora de la PUCE, en su trabajo Universidad, Estado y autonomía. Wilhelm von Humboldt, erudito alemán hermano de Alexander, el científico que vino a Ecuador a principios del siglo XIX, inspiró un modelo centrado en la investigación, en inculcar a los estudiantes la importancia de la ciencia. “La función de la universidad no era enseñar el conocimiento aceptado, sino demostrar cómo se había descubierto…”, dice Moncada, ya mencionado, que también cita la Dra. Andrade.

Humboldt expresaba: “Toda pretensión económica, social o estatal sobre la universidad debe ser rechazada. Lo único que cuenta es la investigación científica y la formación humana. La exigencia de tener que ‘pasar a la vida práctica’, desfigura el ideal de la ciencia”.

Humboldt expresaba: “Toda pretensión económica, social o estatal sobre la universidad debe ser rechazada. Lo único que cuenta es la investigación científica y la formación humana. La exigencia de tener que ‘pasar a la vida práctica’, desfigura el ideal de la ciencia”. Según Tunnerman y De Souza, para el éxito de este modelo se requiere plena libertad de trabajo, de pensamiento y de condiciones materiales para que profesores y alumnos puedan dedicarse por completo al estudio. Una aspiración difícil de cumplir en países pobres y que se plantea en nuestra ley de educación superior.

El fantasma de la amenaza de ligar a la universidad a las exigencias del mercado es una realidad. En 1999 varios países europeos celebraron un acuerdo en Bolonia, Italia, para adaptar el contenido de los estudios universitarios a las demandas sociales, mejorando su calidad y competitividad. Mas, ¿cómo entienden las demandas sociales los estados parte del convenio? Las del mercado. La mayoría estudiantil de España lo rechaza por ello y por falta de procedimientos democráticos. Acusan de que se quiere reducir el tamaño de las universidades por razones contables, de financiar actividades empresariales privadas en medio de una descomposición de las instituciones del Estado social de derecho, de afectar a los alumnos de menores recursos económicos. No es gratuito el cargo: en 1995 se reunieron los ejecutivos de multinacionales europeas y presentaron un informe para que se adapte la educación superior a los retos económicos del momento.

Así está contemplado en la ley universitaria nuestra, con el principio de pertinencia, para que la enseñanza responda a las tendencias del mercado ocupacional. Y si bien es cierto que están previstas otras demandas, en las universidades privadas se pone más énfasis en aquella y en una de ellas, como producto de la evaluación que el Estado le hizo, se reunió con empresarios y cambió planes de estudio. ¿Lo exigen los propios estudiantes?

En consecuencia, la autonomía se impone no solo concerniente al Estado sino al mercado y habría que determinar responsablemente, desde el punto de vista del humanismo, la ciencia y el arte, qué carreras se impone crear. (O)

Continuará.