Uno de los retos de los hombres de todos los tiempos es el de funcionar como padres. Muchas teorías psicológicas explican lo decisivo que es el cumplimiento cabal de esta función para un adecuado desenvolvimiento de los individuos y la sociedad. La literatura está llena de papás: basta pensar en el padre castigador del Antiguo Testamento y en el amoroso del Nuevo Testamento; en el padre cuestionado de Padres e hijos de Iván Turguénev; o en la terrible Carta al padre de Franz Kafka. En medio de una tragedia personal, Antoine Leiris continúa esta tradición en su libro No tendrán mi odio (2016).

La noche de los atentados en París el 13 de noviembre de 2015, Leiris debió quedarse en casa –con su hijo Melvil, entonces de 17 meses–, para que su mujer Hélène pudiera ir al concierto en la sala Bataclán. Ella fue una de las víctimas mortales de los terroristas. El relato de los días que siguieron a esta muerte, aparte de ser una conmovedora declaración de amor a su mujer, es el registro de cómo se va asumiendo ser un papá solo. Cuando lo llevan a reconocer a Hélène en la morgue, ve su futuro como “la historia de un padre y un hijo que se crían solos, sin la ayuda del astro al que juraron felicidad”.

Daniel Mendelsohn prepara un seminario sobre la Odisea en una universidad norteamericana. Su padre, Jay, ya retirado, siempre ha visto el mundo a través de las matemáticas; por curiosidad, a los 81 años, asiste a las clases de su hijo como una oportunidad –acaso la última, por su edad– de tratar de entenderlo, en un momento en que el hijo empieza a hacer de papá de su papá. Mientras estudian la obra de Homero –primero en el aula, en la que el padre desafía las interpretaciones del hijo; luego en un crucero por el Mediterráneo, siguiendo los pasos de Odiseo–, es claro que el hijo profesor también tiene que aprender.

Mendelsohn –en Una odisea: un padre, un hijo y una épica (2017)– cree que la Odisea, “tanto como una historia de maridos y esposas, quizás sea más una historia acerca de padres e hijos”, pues la decepción, el matrimonio y los hijos, el viaje y el sentido del hogar también implican la función paterna. El cartero improvisado: hojas de ruta (2017), de Andrés López, es un libro en que el padre escribe cartas a sus hijos Andrea y Andrés. Con la experiencia que proviene del oficio y la formación periodística, el padre se dirige a sus hijos “vestido de papá, sentado frente al computador pensando en ustedes”.

El de López es un libro valiente porque, según el autor, al escarbar en su propio pasado, él mismo no sale bien librado. En el afán de comunicarse con los hijos, el desnudar las equivocaciones es parte del actuar como padre. López afirma que la vida a veces nos lleva por caminos de escasa visibilidad; por eso, con estas epístolas, intenta dejar a los hijos instrumentos para seguir adelante. En nuestros días, plantearse sin cesar la pregunta por la función del padre es fundamental.

(O)