Las cosas parecen empeorarse para Mauricio Rodas en la Alcaldía de Quito. Hace dos semanas, un grupo de doce concejales escribió una carta pública pidiéndole la renuncia al cargo. Gesto audaz de los concejales, entre los que se incluyen exaliados de Rodas como el vicealcalde Eduardo del Pozo. Los concejales creen que la salida de Rodas, en lugar de provocar una crisis política en el Municipio, permitiría salir de ella. El argumento suyo es que Rodas no garantiza transparencia en el manejo del escandaloso caso de corrupción detectado por la Fiscalía de Pichincha, en el cual se encuentran involucrados dos concejales aliados de Rodas y funcionarios de alto nivel designados por el alcalde. Los doce concejales afirman que Rodas no quiere asumir toda la responsabilidad que tiene su administración en el caso investigado y que lo aborda como si se tratase de un problema aislado de dos concejales.

En medio de la debilidad política de Rodas, que se refleja en las bajas cifras de su popularidad, al alcalde le vino la semana pasada la muy mala noticia de que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército daba por terminada su participación en el proyecto Quito Cables, debido a que el Municipio levantó los plazos establecidos para la obra. Aun cuando Rodas aseguró que la decisión no implica el abandono del proyecto, es muy poco probable que pueda ser ejecutado. Quito Cables, cuyo costo asciende a 45 millones de dólares, debía ser entregado en marzo del 2018, pero ni siquiera se han completado todas las expropiaciones de los predios por donde debe desplazarse. El anuncio del Cuerpo de Ingenieros confirma algo que los concejales críticos de Rodas aseguran en la carta: la improvisación como una característica de su alcaldía.

Lo único claro hoy en el Municipio de Quito es que entre Rodas y un grupo importante de concejales –12 de 21– se ha creado una situación tan tensa y difícil que la última reunión del Concejo debió ser suspendida en medio de las protestas y el griterío de todos. Una crisis de gobernabilidad se cierne sobre el Municipio capitalino con este bloqueo entre el alcalde y el Concejo, los pedidos de renuncia, amenazas de paralización del servicio de transporte y las investigaciones sobre corrupción. El propio Rodas acusa a los doce concejales, de fuerzas políticas muy distintas, de obstaculizar sistemáticamente su administración.

Pensar que la salida de Rodas puede ser la manera de encontrar una respuesta a la crisis política del Municipio es minimizar la propia crisis y buscarle coartadas para no enfrentarla de un modo más integral y con una visión de mediano y largo plazo. Además, el alcalde debe permanecer en el cargo para que rinda cuentas de la gestión realizada. Necesitamos los ciudadanos entender mejor por qué falló su administración, si se debe a su poca capacidad de gestión, de liderazgo, a la debilidad de su propio movimiento, al pesado modelo burocrático dejado por Augusto Barrera, a la ausencia de fuerzas políticas genuinamente interesadas y con visión de la ciudad, a la corrupción o a la desidia política. Vemos la crisis de lejos, no la entendemos bien en sus múltiples manifestaciones, mientras unos concejales, que juegan con sus cálculos chiquitos, quieren lanzar a la ciudad a una aventura política sin tampoco asumir alguna responsabilidad frente a lo que está ocurriendo.

(O)