Cumpliendo el primer año de Gobierno, el presidente dio un golpe de timón con el nombramiento de Richard Martínez como ministro de Economía y Finanzas, y el envío a la Asamblea Nacional del proyecto de reformas a la Ley de Comunicación que elimina la Superintendencia de Comunicación, la institución mordaza del correísmo.

Positivas señales que complementan en los ámbitos de gestión económica y libertad de expresión, el giro político de la consulta popular del 4 de febrero que eliminó la fraudulenta reelección presidencial indefinida, dando paso a un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, CPCCS, autónomo e independiente, que está depurando la institucionalidad del poder público con el proceso de evaluación a autoridades y magistrados que fueron acólitos del autoritarismo.

Al tenor de las declaraciones de Lenín Moreno que no se puede llamar revolución a cualquier pendejada o aquella que hay que abandonar la cuadratura del socialismo para dar paso a un proyecto político incluyente, se impone la inmediata reorientación de la política internacional y a la vez la reestructuración del Poder Judicial, empezando por el Consejo Nacional de la Judicatura, CNJ, instrumento del sometimiento de la justicia al expresidente Rafael Correa que sirvió para perseguir a la disidencia política, así como para blindar por acción u omisión las corruptelas del régimen.

La presencia de la canciller María Fernanda Espinosa en el gabinete ministerial constituye un provocador recordatorio del pasado que debe quedar atrás. Su reiterado discurso de apoyo a la Venezuela de Nicolás Maduro, así como a la Nicaragua de Daniel Ortega, es impresentable como señal inequívoca de una diplomacia extraviada por el delirio seudosocialista. Más aún, resulta una contradicción ante la firme defensa del presidente de principios y valores democráticos, no solo en el discurso sino también en las acciones que le están devolviendo al Ecuador el sitial que le corresponde en la comunidad de naciones.

Respecto a Gustavo Jalkh, titular del CNJ, ha debido dar un paso al costado por dignidad. Con su apariencia de funcionario formal y empático, fue la eminencia gris del control de la justicia, que permitió al correísmo intervenir y manipular cualquier fallo que estuviere en el ámbito de sus mezquinos intereses. En buena hora que sus días al frente del Consejo están en cuenta regresiva por el expediente de evaluación del CPCCS y, además, el juicio político que tramita la Asamblea.

Deshacerse de estos lastres permitirá relanzar el Gobierno con miras al segundo año, profundizando la renovación de su equipo de colaboradores para darle un carácter a tono con el espíritu de unidad nacional que debe prevalecer ante una crisis institucional, económica y moral, sin precedentes en la historia contemporánea.

El nombramiento del ministro Martínez afianza la percepción de que el presidente está escuchando a la opinión pública. Después de haberse equivocado en los nombramientos previos, ahora ha escogido a un joven profesional, íntimamente vinculado al sector empresarial, que aportará una renovada visión a la política económica, que ha mantenido la inercia de un gasto público dispendioso e insostenible.

Va a poder cumplir con su promesa de dar paso a un nuevo modelo de desarrollo basado en el impulso a la empresa privada, que debe recibir los estímulos e incentivos necesarios para fomentar la inversión y el empleo.

Las reacciones por su designación han sido favorables y la decisión de transparentar las cuentas de la deuda pública ha sido un primer paso que afirma la confianza de los actores económicos. (O)