El pasado 26 de abril al leer la noticia de la sentencia a cuatro años de prisión, una multa de diez salarios básicos unificados, un pago adicional de dos mil dólares por concepto de reparación ambiental y disculpas públicas a dos personas que cazaron dos venados de cola blanca en la Reserva Ecológica Antisana, me urgió escribir sobre ello. Escribir sobre lo inverosímil que me parecía esa sentencia, no porque considere aceptable que se irrespete una reserva natural; tampoco porque le reste importancia a la vida de una emblemática especie como lo es el venado de cola blanca; inverosímil por el hecho de sentir que en este país existen categorías de ciudadanos, con leyes que se moldean según el infractor.

Leyendo la noticia pensé en aquellas dos personas, ciudadanos comunes y corrientes convertidos en símbolos de la gran eficiencia de nuestra justicia. Dos desconocidos enfrentando todo el rigor de la ley; según indicaba la noticia, fueron notificados del proceso en su contra el 18 de abril y a partir de entonces tuvieron cinco días laborables para su contestación.

Un ministro del Ambiente orgulloso tuiteaba: “¡Histórico! Cuatro años de prisión, multas y disculpas públicas a quienes cazaron dos venados en la Reserva Antisana”. La coordinadora jurídica del MAE resaltaba los derechos constitucionales de la naturaleza al finalizar el juicio. ¿Deberíamos aplaudir a nuestro ministerio por su eficiencia para condenar a dos ciudadanos que irrespetaron las leyes y atentaron contra la naturaleza y su biodiversidad? ¿Debemos felicitar a nuestra justicia por su eficiencia, rapidez e implacabilidad?

Cuatro años por matar dos venados en una reserva. ¿Cuánto entonces debería aplicárseles a aquellos que destruyen reservas naturales completas?, ¿cuánto a aquellos que contaminan las aguas, deforestan y exterminan a miles de especies animales y vegetales no solo en una reserva sino en muchas de nuestras reservas naturales, incluyendo el Parque Yasuní?, ¿cuánto a aquellos que han robado miles de millones de dólares destinados a la educación, la ciencia y tecnología en farsas como Yachay? Seguramente programas eficientes orientados a la valorización de nuestra biodiversidad y creación de alternativas de actividades productivas reducirían la cacería furtiva que algunos ciudadanos tienen como única fuente de ingresos. Seguramente una mejor inversión en educación reduciría la falta de respeto a la naturaleza, creando generaciones más comprometidas en la protección de nuestras riquezas naturales.

No, no creo que tengamos aún una justicia justa; los ciudadanos de a pie presenciamos impotentes cómo cierta categoría de ciudadanos cínicamente se burlan de todas las leyes. El poder y el dinero permiten que muchos se paseen orondamente dentro y fuera del país a pesar de tener tanto por responder a la justicia.

Exijamos que con la misma firmeza y celeridad con la que se ha juzgado a las dos personas que violaron la ley al cazar en zona de reserva, se juzgue y encarcele a todos aquellos que nos han robado y que han corrompido nuestras instituciones.

Es tal vez una utopía, pero confío en que llegará el día en que podamos confiar en nuestra justicia; el día en que el grande y el pequeño, el rico y el pobre ante la ley sean iguales.

(O)