La buena educación consiste en encaminar bien a los alumnos y le corresponde tanto a los maestros como a los padres de familia. No debería haber desacuerdos al respecto porque la responsabilidad se perdería y los perjudicados serían los niños y los jóvenes.

Lo que los padres son, lo que hacen y lo que dicen va calando hondo cada día en el carácter de los hijos y aprenden lo que viven. Los maestros son las personas adultas distintas de los padres, que el alumno trata continuamente, por tanto de ellos aprende a hacerse adulto. Los educadores deben poseer vocación y responsabilidad. Los alumnos admiran a quien los forma y sabe lo que enseña, se viste formalmente, es justo, se esmera porque todos los aprendan, tiene paciencia, es puntual, respeta las opiniones, enseña a razonar antes que a memorizar; es el mejor guía que hay que seguir y es recordado siempre y saludado con respeto. Por el contrario, será señalado como irresponsable, pues el alumno es juez implacable con quien le hizo perder tiempo que difícilmente recuperará.(O)

César Burgos Flor, licenciado en Ciencias de la Educación, y en Comunicación; Guayaquil