La sobada frase “no importa que roben con tal que hagan obras” debe hacernos reflexionar porque significa que hemos llegado a la desvergüenza más honda. Justificar los delitos cometidos contra el dinero de todos es, por lo menos, una aberración. Los funcionarios públicos tienen el deber de ejecutar los servicios y obras públicas con honradez y nada puede absolverlos cuando no cumplen con sus obligaciones. Algunos creen que quien no aprovecha la función pública es considerado bobo, por decir lo menos. En el reino de la sapada no hay otros valores que el de ser sabido. Esto es así desde hace varias décadas, cuando nos olvidamos de la ética. Cuando la escuela fue mancillada por la política de un grupo que se lucró de las necesidades insatisfechas y los bajos sueldos del magisterio. Cuando las universidades se dedicaron a hacer la revolución y el Partido Comunista consideró que podía utilizarlas para ese fin: afirmaban que las universidades eran un reducto de la burguesía y servían para graduar profesionales que perpetuaran el sistema de explotación de clases. La palabra “ética” no existe en el Diccionario de filosofía y sociología marxista de P. Iudin y M. Rosental. (Ediciones Pavlov, México, 1945). La moral comunista, según Lenin –el ruso–, “es solamente aquello que es apto para la destrucción del viejo mundo de la explotación y pobreza y lo que consolida el nuevo régimen socialista”.

¿Qué principios y valores se enseñan en las escuelas y colegios del Estado? ¿Quién formó a los maestros en las universidades y los colegios normales del país? Un día me quejaba ante un dirigente de la UNE por los días de clases perdidos a causa de una larga huelga y le pregunté, ¿qué les van a explicar a los alumnos? Me contestó, muy altivo: “Rebeldía”. En 1993 se presentó al país la Reforma Curricular cuya base es el módulo Ético-Cívico. Hay que volver a enseñar a los niños y adolescentes que debemos ser honrados, respetar y amar a los padres, a los símbolos de la patria, a los profesores. Estamos pagando un precio demasiado alto por esa carencia, porque ahora se justifica el tráfico de drogas, el enriquecimiento ilícito, la delincuencia común con un sentido equivocado de solidaridad. Porque son pobres. Ser pobre lo cohonesta casi todo. Si alguien “aprovecha” el poder para enriquecerse es porque es sapo. Ahí tenemos el caso del criminal Escobar, convertido casi en un Robin Hood moderno porque regalaba cosas a los pobres de Medellín.

Lo que ocurre en la frontera norte es una expresión más del estado calamitoso de la ética en nuestro país. El símbolo puede ser esa carretera asfaltada que conduce a ninguna parte. En el 2007, muchos ecuatorianos creyeron en el mensaje de los jóvenes de la revolución ciudadana. Desde el comienzo fui escéptico: veré qué pasa cuando prueben el poder, me dije. El resultado lo estamos sufriendo: codiciosos, sucumbieron ante el dinero fácil. Cuando se instaure la justicia, algunos envejecerán en las cárceles. Con esa lección, es urgente que regresemos a la ética.

(O)