Seguro viste o te enteraste de los videos que circularon en las redes sociales, en los que se observa una agresión brutal a Carlos Alvarado, hermano de Vinicio y Fernando.

Este hecho generó una serie de comentarios en las mismas redes, unos condenando la violencia física sin importar las causas, otros presentándolo como un acto de “justicia divina”, como una suerte de venganza en tercera persona contra los abusos o irregularidades que los Alvarado, o lo que ellos representan, pudieran haber cometido desde posiciones de poder en el Gobierno anterior.

Si bien la pelea fue feroz, los comentarios generados no fueron menos agresivos, viniendo de cualquiera de las partes.

Esto no es algo aislado en los medios digitales, especialmente en el contexto político, donde se vive hoy una violencia verbal desmedida.

¿Qué ha generado esto?

Hay filósofos y biólogos, como Echeverría y Maturana, que sostienen que los seres humanos reaccionamos desde las emociones, entendiéndolas como un espacio de posibilidades de acción. Actuamos de acuerdo con la emoción en que estamos.

Hay una emoción o estado de ánimo que, según Rafael Echeverría, probablemente sea uno de los más corrosivos para la convivencia social: el resentimiento.

El resentimiento se da cuando interpretamos que hemos sido víctimas de una injusticia, que teníamos derecho a obtener algo que no obtuvimos o que merecíamos algo mejor. En el resentimiento siempre se culpa a alguien por el estado actual de las cosas (ese alguien puede ser una persona o un grupo de personas).

Esta emoción contempla también que sea quien sea el que hacemos responsable de la injusticia, tarde o temprano lo pagará.

El resentimiento se acerca a la emoción de la ira, la principal diferencia está en que la ira se manifiesta abiertamente y, por el contrario, el resentimiento permanece escondido. Crece en silencio.

El resentimiento emerge de la impotencia, hasta que puede llegar a manifestarse como ira.

Una de las razones importantes para no manifestar la ira y dejar que se desarrolle el resentimiento es el considerar que nos encontramos en una posición precaria de poder. Guardamos resentimiento contra alguien que nos humilla o agrede abusando de su posición de poder, mientras pensamos que si reclamamos seríamos objeto de abusos aun peores.

Creo que esas descripciones reflejan de cierta manera lo que sintió un grupo grande de ciudadanos por muchos años, a través de un autoritarismo desmedido, un Estado de propaganda sostenido y una violencia verbal descontrolada por parte del poder que generó un clima de confrontación permanente. Cada uno lo puede interpretar desde su esquina.

Eso sí, ante la frustración e impotencia del resentimiento, se corre el riesgo de terminar haciendo justicia por la propia boca, tuit o puños.

Lo interesante de esto es que se puede cambiar, las emociones son específicas y reactivas.

Se puede identificar la emoción y los acontecimientos que la gatillan, para luego abrir un espacio de diseño de acciones capaces de cambiarla.

No es un trabajo fácil. Sin embargo, es una tarea necesaria y urgente en pos de una convivencia que permita constituir una base social para un desarrollo tolerante, respetuoso y justo. (O)