Apreciado Lenín:

Veo con decepción que no tomó en cuenta mis recomendaciones relacionadas con el Instituto de Fomento de las Artes, Innovación y Creatividad, Ifaic. Es posible que la necesidad de aliados políticos haya influido en su decisión, pero como científica también puede ser que el método de descripción y análisis textual de datos pudo haber resultado insuficiente para convencerlo.

Esta vez, organicé un panel de expertos para colegir cuál es el perfil de la persona que debe dirigir los destinos del país en materia de salud y sus retos más importantes. Según los participantes, el requisito sine qua non del próximo ministro es estar exento de vinculaciones, y por tanto de presiones y sesgos políticos. Esto ayudará a nombrar las autoridades solo por mérito y evitar decisiones tanto efectistas como insulsas, y por tanto a garantizar la sostenibilidad de las próximas reformas en el tiempo.

El ministro de Salud debería tener una sólida formación en salud pública, con experiencia en gestión de sistemas y servicios de salud, en las áreas de planificación, ejecución y evaluación. Sobre todo, dice el médico y experto en salud pública Fernando Sacoto, debe impulsar y fortalecer la Atención Primaria de Salud “como el núcleo de una red integrada que articule los servicios hoy dispersos de numerosas instituciones que prestan servicios sin coordinación alguna, con duplicaciones y dispendio de recursos”.

Como señala el médico y académico David Bastidas, el Ministerio de Salud tiene pendiente además sincerar las estadísticas, lo cual a su vez exige “el registro completo y preciso de los indicadores de morbimortalidad, para que sobre esa base se tomen decisiones y se establezcan prioridades de acción”. Si estableciera “la real necesidad de médicos generales y especialistas, enfermeras, odontólogos, obstetrices y tecnólogos”, las universidades podrían apuntar a formar los profesionales que hacen falta.

Los expertos concuerdan en que la salud es tanto un derecho como una obligación de todos nosotros, pero esto no debe implicar la responsabilidad individual. Por una parte, se debe acoger con la debida solvencia la participación de ciudadanos y organizaciones en el diseño y aplicación de políticas públicas, buscando en conjunto maneras de corregir las inequidades sociales en lugar de “socializar” y pedir la “validación” de documentos o decisiones tomadas. Por otra parte, se debe abordar la salud de manera intersectorial, pues no pocas dolencias y enfermedades como el cáncer están ligadas a la contaminación del agua, el aire y los alimentos por una falta de control de la industria.

No hay barrio urbano o suburbano que esté exento de aire contaminado; no hay autoridad en salud que no conozca de cerca los efectos del sobrepeso, factor agravante; no hay familia que no haya sido afectada por el cáncer. Tal como conmina el alcalde de Barjac a los pobladores en el documental francés Nuestros hijos nos acusarán, “¡antes que nada escuche su conciencia!”.

Si no es por sus hijas, que ya crecieron, piense en sus nietos. Sobrevivir la crisis económica, política y de seguridad servirá de poco si el país que les deja no es un lugar sano para vivir ni garantiza calidad en la atención de salud. (O)