No hay política agraria. Los precios de los insumos y la falta de infraestructura son el cacareo de siempre que nunca acabará. Gobiernos de turno nos engañan con edificios bonitos donde albergan burócratas que, dicen, se preocupan del campo porque reparten los “kit” agrícolas como la gran panacea; eso no da solución al pequeño agricultor. La solución está en construir vías de acceso a los campos donde “se faja” el agricultor, proveerle energía eléctrica, riego, asesoramiento técnico y crédito, mapear la producción acorde con el clima, suelo, luminosidad, ubicación geográfica, mano de obra calificada...

Tienen que hacer proyectos agrícolas quinquenales para desarrollar cultivos que no sean los mismos de siempre. Nuestros suelos y ubicación geográfica son prodigiosos. Mientras, en otros países desarrollan siembra de cítricos, arándanos, aquí por falta de incentivos y cultura agrícola seguimos pensando en banano, arroz y ahora palma africana, lo que da lugar a la sobreoferta, y a la inmisericorde especulación de exportadoras fantasmas y compradores “satélites”. Cuando los precios están en su mejor momento, al menos en el banano, los agoreros meten miedo al productor para que firme contrato con exportadoras fantasmas, vendedoras de ilusiones que ofertan pagos anticipados, bonos de calidad, subsidio en transporte y hasta asesoramiento insólito de hacer creer al agricultor que tienen una fórmula de hacer parir dos veces a la misma planta en tiempo récord; y cuando cae el precio oficial, desaparecen... Y nuevamente aparecen asalariados para en contubernio con especuladores denunciar que no se paga el precio referencial.(O)

Carlos Emilio Pérez Weisson, abogado, Guayaquil