De acuerdo con el periodista Carlos Pagni en su columna de opinión en el diario La Nación, hay varias razones para explicar de qué forma Argentina pasó, en corto lapso, de convertirse en ejemplo global de manejo macroeconómico a un destino “tóxico” en un contexto de severa crisis que demandó una gestión urgente ante el FMI con el fin de evitar un desbarajuste total. Pagni señala que la gestión del actual Gobierno argentino resultó en sus primeros meses ‘fascinante’ para los expertos en finanzas, más allá de que las metas buscaban objetivos contradictorios: reducción de la inflación sin sacrificio del crecimiento.

El periodista continúa en su relato indicando que en los últimos meses, específicamente desde el pasado mes de diciembre en que se impuso una nueva política monetaria, las señales del manejo económico fueron equívocas y contradictorias, lo que se puso más evidente con la intervención en el mercado de cambios, así como en los tipos de interés, ocasionando una confusión conceptual y también pérdidas para inversionistas y ahorristas, situación que se agravó con el fortalecimiento del dólar relacionado con el alza de la tasa de interés de la reserva federal. Pagni insinúa que existe una clara responsabilidad por parte del gobierno al carecer de un diagnóstico confiable, lo que permitió que se tomen, de acuerdo con el criterio del articulista, medidas suicidas “en una economía de déficit de cuenta corriente”.

Es decir que sin perjuicio de ciertas situaciones internas y externas naturalmente fuera de control, Pagni advierte que el presidente argentino ha tenido un serio problema de manejo de su equipo económico a lo que deben sumarse llamativos desfases de coordinación, todo lo cual acrecienta la sensación de crisis. Pero más allá de esa lectura hay una realidad política inobjetable que se relaciona con el agotamiento de los momentos, pues no cabe duda de que una importante parte del respaldo ciudadano a Macri durante su primera parte del ejercicio presidencial guardaba relación con la lucha frontal que ha sostenido contra la corrupción que reinó durante el periodo kirchnerista. En otras palabras, el pueblo argentino respaldó de forma mayoritaria la gestión de Mauricio Macri, en gran medida convencido de que estaba haciendo lo correcto en la persecución implacable contra exfuncionarios del Gobierno anterior, enriquecidos de forma impune y escandalosa.

Pero es ingenuo pensar que se puede sostener el respaldo a un proyecto de gobierno con la idea de que la lucha contra la corrupción es medida amplia y suficiente para aplacar cualquier obstáculo o incredulidad que vaya apareciendo en el camino, pues la gente naturalmente espera que un presidente cumpla con otras expectativas y propósitos y no agote su agenda en la lucha contra la corrupción. En medio de la crisis, la imagen positiva del presidente argentino cae y cae, lección clara como para ser ignorada. (O)