Dante Alighieri probablemente concluyó en 1308 la parte dedicada al infierno de la obra que sería conocida como Comedia, primero, y Divina comedia, después. Aunque los antiguos griegos ya habían descrito el inframundo, es el viaje de ultratumba imaginado por Dante –hacia el interior de un cráter invertido por el que se va bajando en círculos cada vez más horrorosos– el que ha determinado nuestra comprensión actual sobre el infierno como una experiencia de máximo sufrimiento y dolor. Quién puede negar que los humanos habitamos infiernos personales. Pero lo grave es que un país se vuelva el infierno de todos.

Para dimensionar el vil asesinato del equipo periodístico de El Comercio, y las consecuencias no solo periodísticas, políticas y económicas, sino humanas de este conflicto fronterizo, estuvo en Quito la periodista colombiana María Jimena Duzán, quien nos ha alertado sobre el preocupante espectro de estas disputas que involucran a guerrilleros, paramilitares, ejércitos regulares, narcotraficantes, delincuentes comunes, población civil y Estado. El libro Mi viaje al infierno (2010) de Duzán refiere con valentía las circunstancias que en 1990 condujeron al asesinato de Silvia Duzán, su hermana, también periodista, y tres dirigentes campesinos.

Hasta ahora, los responsables de esa masacre ocurrida en Cimitarra, Colombia –mientras Silvia preparaba un documental que se iba a llamar Los caminos de la coca–, siguen impunes pese a que las investigaciones han revelado ya quiénes fueron los autores materiales e intelectuales y sus cómplices. Viajar al infierno, según Duzán, es adentrarse en “los más profundos sótanos de la condición humana”, pues, al investigar este hecho, debió enfrentarse con la horrorosa frialdad de los asesinos y con la connivencia entre aquellos supuestamente llamados a protegernos, ya que en este asesinato fueron cómplices miembros de la Policía y del Ejército.

En Noticia de un secuestro (1996), Gabriel García Márquez reveló la miseria por la que tuvieron que pasar las familias y los amigos de los periodistas secuestrados por Pablo Escobar. Según el nobel, con ese combate interno, “el país estaba condenado dentro de un círculo infernal” porque se llegó a un estado de perversión social cuyo mensaje era que se vive mejor como delincuente que como persona de bien. Armando Neira también relató, en la crónica Viaje al infierno, la barbarie del Ejército de Liberación Nacional cuando, en el año 2000, secuestró a varios civiles cerca de Cali, obligándolos a huir por la selva, un hábitat casi paradisiaco que se transformó en una ruta infernal.

Hasta los secuestradores, cuando dejaron el lugar, sintieron que estaban abandonando el infierno. Un socorrista dijo: “Jamás olvidaré el olor de los secuestrados”. Imaginamos que esa era la pestilencia del infierno. La tensa situación en la frontera norte da pavor, pero precisamente para no caer en el infierno –incluso en el infierno de la mentira– es necesario superar el miedo con que el terrorismo busca impregnar nuestras vidas. Por eso Duzán, citando al periodista Gustavo Gorriti, dice que la primera víctima de la guerra es la verdad. Para los ecuatorianos, lo más cercano al infierno es la guerra que está ocurriendo en la frontera con Colombia. (O)