Clemenceau, el presidente francés artífice de la victoria aliada sobre Alemania, en la Primera Guerra Mundial, en Grandezas y miserias de una victoria decía que la guerra no es una cosa solamente militar. En efecto, a más del valor militar, la movilización interna y las alianzas internacionales permitieron la victoria. Su alianza con Inglaterra, y otros, en los primeros años de la Gran Guerra, y, luego, la entrada en ella, casi al final, de los Estados Unidos, acabaron agotando a Alemania. Esta guerra nuestra, no convencional, contra la narcoguerrilla, puso en evidencia el crimen de debilitar a nuestras Fuerzas Armadas, de colocar a su cabeza a gente inepta y enemiga de ellas, de anular su cuerpo de inteligencia. Cuando por el fracaso de los responsables de combatir los atentados en Esmeraldas, el presidente Moreno removió de sus funciones a dos de los tres corresponsables, y designó como ministro de Defensa a un general con impecables antecedentes de mando, el país recuperó aliento. Pero en lugar de buscar una persona equivalente a la de Defensa para desempeñar las esenciales funciones de combate al crimen organizado del narcotráfico, se le reducen tareas para que las pueda desempeñar el nuevo ministro del Interior –pro-Cuba–, quien carece de conocimientos y experiencia en la materia. Continuó en funciones la ministra responsable de establecer las necesarias alianzas estratégicas con los dos países que tienen los medios y la experiencia para ayudarnos, Colombia y Estados Unidos. Es notorio que la canciller ha evitado comprometerse en los acuerdos de cooperación con este último, seguramente porque, de hacerlo, perdería el apoyo a su candidatura de sus “hermanos”, como los llama, de los presidentes de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. No es creíble que Colombia ni Estados Unidos compartan información privilegiada con los partidarios de Venezuela y Cuba. En breve, habrá elecciones en Colombia: Si gana Petro, chavista, exguerrillero, no combatirá a las guerrillas. Si gana el Uribismo, con Duque, revisará los acuerdos de paz, que trasladaron el problema al Ecuador. En Venezuela, luego de las elecciones del 20 de mayo, las naciones democráticas desconocerán, y muchas sancionarán, al gobierno fraudulentamente elegido. El presidente Moreno deberá decidir entonces si continua reconociendo a Maduro, aislándonos de Europa y la mayoría de América. Con el apoyo a Maduro y Ortega, se solidariza con los asesinatos a sus pueblos.

Necesitamos una visión de conjunto y, bajo ella, articular los planes necesarios. Solamente los tiene el ministro de Defensa. El secretario particular del presidente, algo dijo sobre la eventual renuncia de la canciller: Si… si gana la presidencia de la ONU. Pero la seguridad fronteriza del Ecuador no puede depender de este condicional. Si el presidente Moreno insiste en esa candidatura, hay que recordarle que la candidata de Honduras no es canciller, como no lo fue Benites Vinueza, quien presidió la ONU.

Para esta guerra es esencial la unidad nacional. Bien hace el presidente Moreno en desautorizar a sus secretarios en la Asamblea y la Presidencia y respaldar al Consejo de Participación, que responde al pueblo solamente y no a los poderes constituidos. ¡Estamos en alerta! (O)