Ojos que no ven corazón que no siente, ¿y ojos que no quisieron ver, sentirán? No quisimos ver las fronteras y ahora es imposible no verlas, llorar, sentir miedo y hablar de todo lo feo que ahí sucede. Yo no quiero ver, no quiero sentir más tristeza y miedo. Quiero mirar hacia otro lado, hacia lo único que nos puede salvar: los libros.
Hace unos días presentamos en mi librería La lluvia sabe por qué, de María Fernanda Heredia, escritora ecuatoriana de libros que las editoriales califican de infantiles y juveniles, aunque yo creo que uno simplemente escribe. Para mí, ella es una gran escritora. En esta novela es capaz de conducirnos hasta el vértigo, capaz de dejarnos sin aire de la pura angustia para luego arrancarnos una sonrisa que nos recuerda que la vida es eso, dolor y humor, juntos, como dos caras de la misma moneda.
Conocí a María Fernanda hace unos 20 años, nos encontramos en una librería y el primer gran descubrimiento fue saber que era nieta de su abuela Isabel, justamente de esa abuela que ella se despide en esta novela. Las coincidencias fueron muchas, descubrimos todo un pasado familiar. Resulta que sus abuelos, mis papás y mi abuela vivían en la misma casa en Latacunga. Una casa grande, me imagino que algo parecido a la vecindad del Chavo donde Marcela, la mamá de María Fernanda, y sus tíos jugaban incansablemente con mis hermanas mayores. ¡Crecieron juntos! Además, su abuelo era el mejor amigo de mis tíos. Luego, poco a poco, el mundo de los libros y nuestra peculiar manera de ver el mundo con humor, y de optar por reír en lugar de llorar, nos fueron juntando.
En La lluvia sabe por qué me encontré con una María Fernanda valiente que aborda temas tan duros como las despedidas, la ausencia, la distancia, la violencia intrafamiliar, la muerte, la vejez... Entra con pie derecho en el género literario y cinematográfico conocido como Coming of age, (que al parecer no tiene traducción) y que se centra en el crecimiento psicológico y moral de los protagonistas. “El crecimiento personal y los cambios son características importantes de este género, el cual cuenta como base con el diálogo y las respuestas emocionales, en vez de la acción”, dicen los entendidos. Grandes maestros de la literatura como Salinger con su Guardián entre el centeno o Hesse con su Demian son solo dos ejemplos de este hermoso y difícil género narrativo.
La lluvia es un personaje constante en la novela, y la lluvia pasó a ser un anhelo para mí. Al cerrar el libro sentí una imperiosa necesidad de que en este país lloviera, lloviera y lloviera, sin parar. Un diluvio para limpiar, para que el agua se lleve desde las cacas de perro hasta las palabras absurdas de los gobernantes. Que la lluvia se lleve a personas ineficientes, que parece que se pusieron crazy glue en el culete para quedarse pegadas a sus sillones ministeriales. Pero sobre todo que la lluvia se lleve los chanchullos y la pobreza. Porque como bien dice Heredia: “Todo se ve distinto después de la lluvia”.
(O)