Las precisiones sobre el alcance del Plan Económico 2018-2021, cuya primera versión se había difundido semanas atrás, se postergaron, entiendo, para  la semana que se inicia. La señora  ministra de Finanzas, luego de su asistencia a las reuniones de primavera del FMI, ha guardado silencio sobre muchos aspectos que en esta coyuntura de crisis interesan a todos los agentes económicos.
Por cierto, no se conocen claramente los resultados de esa visita y si estaría en los planes del Gobierno retomar los contactos con los multilaterales.  El  tiempo sigue su marcha y, en economía, las decisiones que se postergan terminan “pasando factura”. La crítica situación de la economía, reconocida al más alto nivel del ejecutivo, ya no admite dilaciones. Véase  por qué.
Según el más reciente cálculo (febrero) del  Imacro, indicador de desempeño macroeconómico, que regularmente publica PROEstudios, el nivel de  actividad productiva de Ecuador registra en ese mes 140 puntos (volumen, con  base 2007=100). Como es usual al inicio de año, se advierte una corrección estacional positiva, que ubica el  Índice corregido de variaciones estacionales (CVE) en 141,3. Estas cifras lo sitúan  en los niveles del  primer trimestre de 2015. La evolución mensual CVE es nula, la tasa anual disminuye y el promedio móvil  de doce meses ‘aplana sostenidamente’ su perfil.
Comparando esos números con los de iguales períodos de años cercanos, dice PROEstudios, se aprecia una pérdida de dinamismo. El sector real (como se anotó en una entrega anterior), está –aún– en una cota aceptable, pero la desaceleración de la tendencia es, en los hechos, incontrovertible: la economía cae en picada desde septiembre de 2017, aunque su perfil de evolución se ‘congela’ en un nivel elevado.
Medida con la tasa anual del índice de actividad, tras un año de fuerte rescate del nivel perdido a partir del cuarto trimestre de 2014, la economía, desde enero de 2017, está –literalmente– ‘dando botes, fluctuando hacia arriba y hacia abajo’.
Por el lado de los datos trimestrales del BCE, base estadística del Imacro, se nota, señala PROEstudios, un “bajar la cola y subir la nariz” de las cifras: así, al disminuir  el período inmediatamente anterior, se logra mejorar el desempeño  del último. ¿Coincidencia?
El sector no petrolero –que ha sostenido el nivel general– también comienza a frenarse. El gasto público, sin embargo, es todavía “influyente” en la dinámica de la economía. Pero nuevas colocaciones o demandas de recursos comienzan a verse con reserva en los respectivos mercados.
PROEstudios, en base  a los datos difundidos en las cuentas nacionales, que para 2017 establecían una tasa de evolución del PIB de 3,0%,  ha realizado para 2018 una proyección  exploratoria  de ese agregado.  El PIB exploratorio para este año, según dicho cálculo, registraría un crecimiento muy inferior de 1,5%.
Una muestra de la falta de concordancia temporal de los agregados mensuales y anuales está en que las previsiones oficiales (BCE) situaban, en diciembre de 2017, el aumento del PIB de ese año en 1,5%; apenas tres meses después, la misma entidad difunde un cierre de 3%.
Pese al cambio de expectativas por el nuevo clima que parecía consolidarse, los efectos de la gestión anterior en temas como proyección del crecimiento, deuda, empleo, inversiones y balanza comercial continúan siendo preocupantes.
El Plan Económico 2018-2021, de su lado, establece  objetivos al extremo generales: no se identifican  propuestas específicas sobre cambios concretos  o  prioridades en términos, sobre todo, del modelo que orientaría la gestión de los agentes bajo la lógica del mercado. Siendo una economía de este tipo, debería apuntarse a definir normas regulatorias compatibles, sobre lo que no existe certeza.
En este marco, parecería necesario, de partida, conducir  la política fiscal hacia una reforma  definitiva,  alineada con  la reactivación, en una perspectiva integral. Hay suficiente evidencia empírica como para afirmar que esta es la opción recomendable: las inversiones fluyen en contextos en los que se aprecia consistencia en las propuestas globales y su relacionamiento, no vistas de forma sesgada o aislada. Por ejemplo, bajar impuestos –lo que tiene un límite– en contextos de muy altas tasas de interés, determinantes de la demanda de crédito para inversión, no arrojaría posiblemente resultados positivos.
Temas similares o trade-off entre variables clave deberían ser evaluados cuidadosamente si el objetivo es, como se demanda en la coyuntura, el reordenamiento del esquema que llevó a lo que oficialmente se ha reconocido como “fracaso” de la gestión económica del régimen anterior.
El empresariado, de su parte,  debería adoptar acciones que muestren su proactividad: esto implica “seguir” el mundo, no solo ser receptor de sus demandas. Gestar un modelo nacional integrado a los mercados internacionales, a fin de cambiar la base productiva, la competitividad y la canasta exportable.
En fin, la gestión del IESS no puede quedar al margen. Interesan a afiliados, empleadores y Estado,  evidencias  de una política de seguridad social sostenible, garantía de bienestar, precisándose su financiamiento y las responsabilidades de las instancias vinculadas.
De alguna forma, esta primera proyección, 1,5%, revela una suerte de tendencia  adquirida, considerando un modelo similar al del pasado, por lo que deberá ser revisada cuando se conozca en detalle el Plan Económico, todavía bajo estudio.
¿Hasta cuándo? Esta es la pregunta clave. No más espera para decisiones compatibles con la reactivación, el ordenamiento general y un cambio real, frente a la incertidumbre que prevalece. (O)