Con mucho pesar se ha difundido la noticia de que el prestigioso medio El Agro, con su último número 256, puso fin a una prolífica y positiva existencia, sellando un periodo de grandes realizaciones, transmitiendo a la opinión pública el rol que le ha correspondido y mantiene el sector más importante y decisivo de la economía nacional. Se trató de una excelente presentación de mensual publicación, con documentada, amplia y variada información, que no solo atendía lo estrictamente técnico, sino que aportaba con sus acertados juicios al robustecimiento del sumergido sentimiento agrícola nacional, usualmente apreciado por todos, pero desconocido en su real magnitud y hasta marginado.

Durante casi tres décadas El Agro, a través de su equipo editorial y redactores, logró maravillosamente conjugar aptitudes y conocimientos agrarios con pericia periodística, filosofía de la comunicación especializada, análisis de políticas agropecuarias y otras ramas del saber comunicacional, hasta lograr contribuciones válidas y efectivas para empresarios, políticos y dirigentes gremiales, en la búsqueda de soluciones a las limitaciones que aquejan al campo e interfieren alcanzar los objetivos de incremento de productividad, sostenimiento del abastecimiento de alimentos seguros y de calidad y el bienestar de los agricultores. Esos medios de difusión no deben faltar en la aplicación de las políticas públicas, siendo además básico para el éxito empresarial privado que activa en lo rural.

El Agro dio cabida a todo profesional agropecuario, indiferente de ideologías y nacionalidades, tanto que ningún experto de alto nivel que visitaba el país se marchaba sin dejar sus impresiones en esa afamada revista, siempre manteniendo claridad y sencillez en los atinados artículos para estimular la conciencia agropecuaria de sus lectores. No hubo congreso o foro agrario nacional que no haya quedado consignado en sus páginas, conservando estricta independencia aun en los momentos aciagos en que pasó al control estatal, causa definitiva de su desenlace, al más claro convencimiento de que ese tipo de medios se vuelven imprescindibles para la comprensión de lo rural, con mayor razón en un país que depende del desarrollo agrario, ahora presionado por una demanda mundial de alimentos que crece sin cesar.

No le fue fácil abordar tópicos conflictivos como los transgénicos y su aparente inocuidad o perversidad, ello demandaba explicar con sencillez disciplinas naturales como la reprogramación genética que exige saberes básicos de biotecnología, no muy comunes en una colectividad que frente a la evidencia científica interpone soberbia, sucumbiendo a dogmas políticos y filosóficos de defensores y detractores, nutriendo un estéril debate, mientras seguimos a la zaga de la investigación científica y tecnológica.

Se ha perdido un irreemplazable vocero rural, agrandando su escasez y de no darse un radical cambio en la necesidad de los medios de comunicación agrícola y no aparece el apoyo empresarial para su vivencia, seremos testigos a corto plazo de la extinción de unos pocos que con sacrificado esmero continúan, hasta tanto continuaremos admirando el trabajo de dos damas luchadoras, Alexandra Zambrano, editora, y Eugenia Espinoza, redactora, que dejaron en la revista El Agro buena parte de su vida, ojalá nuevos horizontes periodísticos las animen, pero se ganaron el respeto y gratitud de una sociedad agraria ávida de sabiduría. (O)