Los nicaragüenses han inundado las calles protestando contra una medida tomada por el gobierno de Daniel Ortega, pero más que eso han ganado las calles cansados de un gobierno cuya única finalidad es mantenerse en el poder a cualquier precio. Una lamentable situación en este país centroamericano que capturó la imaginación revolucionaria de una gran parte del mundo cuando los sandinistas pusieron fin a la larga opresión somocista. Muy pocos habrán creído en esos momentos que todo acabaría en una nueva dictadura con formas democráticas y que quien lo encarnara fuera el mismo integrante de la junta sandinista original. Hoy muy pocos de aquellos siguen al matrimonio Ortega, que encontró la formula para sostenerse en el poder con la generosa ayuda de los venezolanos y su petróleo por un largo tiempo.

Hoy las cosas se han complicado y el pueblo lo sufre. La cantidad de muertos en la revuelta popular ha llevado a que la poderosa Iglesia católica local interviniera procurando pacificar los espíritus encarnando el malestar ciudadano hacia el gobierno. La respuesta de Ortega a esa marea opositora ha llevado a una convocatoria similar y pareciera que el conflicto de poder será dirimido en las calles con su carga de detenidos, heridos, exiliados y muertos. Igual que los tiempos de Somoza, lo que demuestra que cuando más cambian las cosas en nuestro subcontinente más parecen mantenerse iguales. De la revolución sandinista no queda nada, ni el membrete. Ortega ha hecho acuerdos previos con el corrupto gobierno de Alemán y ha pactado con una cáfila de delincuentes que ha sostenido hasta ahora su gobierno. Sin embargo la siempre imprevisible lógica de las turbas puede terminar con casi una década de gobierno con visos de democracia, por sus rituales electorales periódicos, pero con un fondo claramente autoritario sostenido por las dádivas externas que hoy se ponen en entredicho.

Para el pueblo del gran poeta Rubén Darío, donde los volcanes hacen parte de su geografía y de su carácter, no debe extrañarnos que entre en erupción la rabia contenida de un pueblo sin futuro que solo ha puesto sus números en el poder sin recibir nada a cambio. Los indicadores del país siguen siendo muy pobres en todos los campos y la marea comienza a mover el magma de un volcán que ha erupcionado de manera violenta. El gobierno de Ortega buscará meterlo en cintura pero solo podrá hacerlo con más violencia y represión, con lo cual incrementará el poder del fuego y la lava.

Gobiernos manejados con la única idea de sostenerse en el poder para beneficio de sus administradores ocasionales están puestos en entredicho en todos nuestros países y la caída en términos económicos preanuncian más conflictos en puertas. O se lee correctamente el malestar de los ciudadanos convertidos en mareas de protesta en la calles o solo la violencia será la formula que resolverá la ecuación del poder. Nicaragua es un caso a mirar con detenimiento y participar buscando que sus costos humanos sean los mínimos. (O)