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Los comediantes pasean sus éxitos por los caminos del mundo. Cosechan aplausos: su premio. Producen hilaridad: su fuerza. Tienen seguidores y se nutren de comentarios: su alimento.

Los gobiernos no requieren de comediantes, sí de estadistas. Los gobernantes no dependen de aplausos, trabajan para el mañana, para la historia. Jugar al ‘aquí puse y no aparece’ es propio de individuos miopes impedidos de otear horizontes, incapaces de mirar más allá de sus espejos y sus bolsillos.

Nadie escoge cuándo ni dónde nacer. Tampoco selecciona a sus padres ni hermanos. Un presidente de un país no nace por generación espontánea, es resultado del propósito de un ser consciente que al sentirse capaz de dirigir a una nación y sabiendo que cuenta con un respaldo popular, tercia en una lid democrática y al final resulta vencedor. Se trata entonces de un gobernante digno, responsable, transparente, capaz y lúcido, apto para ponerse al frente de las empresas más difíciles y arduas para conseguir el bienestar del pueblo, jamás de una facción política. Ser presidente es una misión, no un ardid.

No es posible jugar al gobernante. Tan alta magistratura no fue diseñada para cumplir compromisos mezquinos o saldar cuentas. No es ético ser parte de una agrupación acostumbrada a succionar los recursos del país para trasladarlos a sus arcas personales. Un hombre que miente y no se cansa de mentir; un personaje que dice odiar a un enemigo con quien camina todos los días; una persona que sabe que debe dar un viraje a una política exterior errónea y no se atreve a tomar el timón en sus manos, una persona que no atiende las urgencias de un país, no debe gobernar una nación.

En pocos días más LMG cumplirá un año en el ejercicio de la Presidencia de la República. Mirando hacia atrás consigno temores, de propio cuño y también de redes sociales y compatriotas preocupados. Imposible cerrar los ojos o decir este problema no es mío o no me importa. Nos quedan dos alternativas: navegamos a puerto o nos hundimos. Lo segundo es comidilla diaria, en alta voz y en cuchicheos. Se convive con una esperanza boba: ‘lo de Venezuela o Cuba’ nunca nos pasará. Creo que hacia allá nos dirigimos.

El país conoce que LMG jamás optó por cortar afectos y efectos de la década malgastada. Sus proclamas de lucha para desterrar la corrupción no pasan de ser meros ‘flatus vocis’ que mantienen un oprobioso statu quo y que han adormecido, hasta hoy, el civismo nacional. ¿A quiénes representa la canciller, quiénes se alinean con la decadente Unasur? ¿Qué hace Assange en nuestra embajada en Londres? ¿Quién controla los hilos de la justicia? ¿De quiénes es rehén LMG? ¿En esta hora aciaga a quiénes se confía el manejo de la política y la economía?

Un escenario posible, no deseado: en unos meses LMG, por salud, renuncia a sus funciones que son asumidas por la vicepresidenta, quien envía a la AN una terna para vicepresidente encabezada ¿saben por quién…? En este futurible la farsa concluiría exitosamente. ¿Esto es lo que buscamos?

(O)