Los ciudadanos de este país sudamericano fueron a elecciones el pasado domingo pensando en el futuro pero anclados en el pasado. Los resultados muestran una ajustada victoria del candidato del partido colorado Mario Abdo sobre Efraín Alegre, quien encabezó una alianza opositora que quedó finalmente con menos de 90 mil votos debajo del ganador. En el Congreso, lleno de cuestionados nombres de ambos partidos tradicionales, sin embargo el colorado perdió solo 3 curules y los liberales mantuvieron los 13 actuales para que los seguidores de Lugo que acompañaron la violación constitucional de la enmienda reeleccionaria sumaran un nuevo legislador en la cámara alta integrada por 45 miembros. Resultados inesperados para todos. Para el ganador, quien figuraba con 32 puntos de ventaja al comienzo de la campaña y que las encuestadoras le daban 18 puntos de ventaja en la boca de urnas del pasado domingo. Grandes perdedoras las empresas encuestadoras, porque la diferencia ha sido la menor desde que tenemos memoria de este tipo de comicios en 1993.

El presente es complicado para un país inequitativo y pobre que presiona sobre el crecimiento de la economía de un 4% anual y que tiene un Estado incompetente que lastra el desarrollo y genera profundas antipatías sociales, pero que cuando va a elecciones más del 60% de los anotados para sufragar lo hacen. Las cosas están complicadas para el electo. Deberá construir no solo un discurso de poder sino también una acción encaminada a negociar con un Congreso con muchos poderes y que se muestra muy fragmentado. Deberá decidir qué hacer con el actual presidente Cartes y sus millones de dólares, así como la segunda intentona del expresidente Duarte Frutos de jurar como senador a pesar de la prohibición constitucional para hacerlo con el caso de los exmandatarios. La cuestionada justicia está en el ojo de la tormenta y el vocero del presidente electo, el senador Arnoldo Weins, afirmó que Abdo pedirá la renuncia de los 9 miembros de la Suprema Corte y que si no lo hacen, marchará con la sociedad hasta la sede del poder judicial para peticionarlo.

Las cosas están complicadas para el electo. Deberá construir no solo un discurso de poder sino también una acción encaminada a negociar con un Congreso con muchos poderes y que se muestra muy fragmentado.

Tiempos complicados con un panorama incierto en lo social, que presagia nubes de tormenta en la gobernabilidad paraguaya. Reclamos sociales postergados, un crecimiento urbano considerable que presiona sobre los gobiernos y una urgente necesidad de reformar el Estado figuran entre las cuestiones centrales. Duro golpe de timón a la administración de salud y educación están entre las cuestiones que no pueden esperar. Renegociación del tratado de las dos hidroeléctricas con Argentina y Brasil resaltan en el plano internacional.

Abdo, de 46 años, representa todo un desafío para un viejo partido tradicional acostumbrado a ganar sobre la base de las prebendas y canonjías que ya no alcanzan a muchos. Debe reformar a su agrupación política mientras pega el golpe hacia derroteros de mayor justicia y equidad para su patria. (O)