En el Congreso Panamericano de Reumatología (Panlar) nos encontramos más de 2.200 profesionales para actualizarnos, compartir experiencias y escuchar a líderes mundiales de la reumatología. Durante las charlas escuchaba repetidamente frases que si bien nos dan esperanza por el progreso de la especialidad, no dejan de golpearnos con la triste realidad de la medicina en nuestro país, tan lejos de los estándares de mejor cuidado en salud. Estamos, a menudo, lejanos hasta de las cotidianidades que viven nuestros vecinos cuando tienen enfermedades crónicas.

Se insiste en la necesidad de tener diagnósticos precoces realizados por médicos de atención primaria que reconozcan y refieran al especialista de modo que puedan juntos evaluar el tratamiento para lograr control y mejor pronóstico de cada enfermedad. Un estudio dirigido por los doctores Vallejo y Ríos, en nuestro país, con más de 400 pacientes, habla de retrasos en diagnóstico y primera atención reumatológica que en promedio son de 29 meses. El eminente Dr. Josef Smolen comentaba cómo en Austria llegan en menos de 3 meses, aunque recomienda 15 a 20 días para diagnóstico y tratamiento precoz. Los colegas de Colombia, Uruguay, Chile y Argentina hablan, molestos, de 6 a 9 meses. Ellos además exponen tratamientos con acceso a medicación adecuada prácticamente universal por sus programas de seguridad social, algo tan distinto en Ecuador.

Una conferencia versó sobre la transición de pacientes pediátricos que entre los 18 y 21 años concluyen su adolescencia y deben pasar al cuidado de médicos de adultos. Reforzaban la necesidad de trabajar en equipos multidisciplinarios para atender a pacientes con enfermedades crónicas, mientras aquí a duras penas los atiende un médico solo. Se da énfasis particular a que jóvenes con enfermedades reumatológicas están en plena adolescencia, una situación que requiere entrenamiento especial de pediatras y sus subespecialistas. Lamentablemente, en nuestro país ni siquiera se norma la edad de atención de pediatría. Se evita lo que los textos y sociedades científicas hace décadas recomiendan: hasta concluir la adolescencia y en casos de discapacidad o enfermedad crónica, incluso unos años más. En Ecuador, los hospitales públicos para menores atienden hasta casi los 15 años, el Roberto Gilbert y el IESS hasta los 18, aunque no con pediatras en todas las subespecialidades de la medicina. Increíblemente en los más de 400 artículos del Código Orgánico de Salud no hay una sola mención a la pediatría, mientras sí se habla de especialidades como la genética y oncología.

El próximo año se realizará Panlar en Quito, los reumatólogos nos ilusionamos con traer un congreso tan prestigioso a nuestro país. Pero sobre todo soñamos con poder mostrar que logramos convencer a los políticos de lo que hace años hemos aprendido: los médicos generales y de atención primaria deben reconocer y poder hacer interconsultas pronto a los pacientes; se debe diagnosticar rápido, dar la medicina apropiada y cambiarla según la necesidad del paciente, no la capacidad de pago del sistema; el trabajo es en equipo y los niños y adolescentes deben ser cuidados por pediatras y por especialistas de pediatría. Principios tan simples que nuestros vecinos sudamericanos aplican hace años, mientras por nuestros lares aún se discuten temas obvios ya superados cuando no superfluos. (O)