Usted, presidente Santos, ejercía el Ministerio de Comercio cuando quien escribe ejercía la vicepresidencia del Ecuador. Nos conocemos hace bastante tiempo. Con gran decisión en ese entonces de los presidentes Durán-Ballén y Gaviria, las relaciones entre las dos naciones fueron inmejorables.

Recibí del presidente el encargo de llevar las negociaciones de liberar el comercio con Colombia. Nuestro ministro Mauricio Pinto prontamente logró los acuerdos que multiplicaron impresionantemente el comercio entre nuestras dos naciones.

Viajé varias veces a Colombia. Sin bombos ni platillos, sin ceremonias, ni siquiera prensa. Trabajaba con el presidente Gaviria, a quien saludo a través de estas líneas. Tratábamos temas que incluían, obviamente, la seguridad entre los dos países. El viaje reservado de trabajo de un vicepresidente era ventajosamente más discreto que el de un presidente. Llevábamos esa agenda con gran reserva y particular eficacia.

Su país, en sencilla ceremonia en la embajada de Colombia en Quito, me otorgó la orden de Boyacá, no por razones protocolarias, sino por las labores realizadas en bien de la relación entre los dos países.

No dude entonces de mi afecto enorme por Colombia y por su pueblo, del cual tengo extraordinarios amigos, ni dude tampoco de mi conocimiento de las relaciones entre nuestros países.

El acuerdo de paz cobró en el Ecuador inicialmente precio con sangre de uniformados. La Policía y las FF.AA. de mi patria me merecen el más profundo respeto y cariño. Las serví con gran dedicación y amor. Son vitales para el Ecuador.

A esa sangre se suma ahora la de los tres periodistas infamemente plagiados, hechos rehenes y ejecutados, mientras ejercían la sagrada labor de informar en mi país.

Cuando, en soledad, presidente Santos, medite sobre la realidad de ese acuerdo de paz, que ojalá lo haga con remordimiento, le ruego que considere el daño que ese acuerdo le ha hecho ya al Ecuador...

El Mono Jojoy indicó que había financiado las campañas de la Revolución ciudadana en el Ecuador. Hay videos de YouTube donde lo dice. La computadora de Raúl Reyes dio igual información. Así lo leyó el presidente Uribe en la reunión de Santo Domingo. La Revolución ciudadana habría llegado con ese financiamiento, llegó, acalló a los periodistas, persiguió la libertad de prensa, y cuando pensábamos que esa libertad estaba recuperada, esas mismas FARC matan a tres cumplidores del deber.

Le ruego que vea una y otra vez el video en el cual usted habló inicialmente del incidente en Esmeraldas. Oiga su tono de voz, el énfasis que usted puso al decir que Guacho es ecuatoriano. Casi que ese fue su descargo. Hoy usted simplemente dice que tendremos el apoyo del Gobierno, de las FF.AA. y del pueblo colombiano.

Ojalá hubiera usted puesto el mismo énfasis en decir que en las FARC nunca se podía confiar, que el tema de vinculación con el narcotráfico no quedó resuelto, que la impunidad que les dio el acuerdo de paz ante sus monstruosos y asquerosos crímenes los motivan a seguir en sus bellaquerías; que el acuerdo es muy defectuoso. Qué saludable sería ver humildemente un mea culpa por el mismo. Si no es así, ¿cómo explicamos la conducta de Jesús Santrich? Pasó de negociador a extraditable por narcotráfico.

Ojalá usted no hubiera enfatizado tanto que Guacho es ecuatoriano, sino que era evidente que al Ecuador lo afectaría ese acuerdo, y que Guacho aprendió de las FARC sus maldades, y que usted le pide perdón por la firma de ese acuerdo, no solo a la mayoría del pueblo colombiano que lo rechazó, sino al pueblo ecuatoriano, civil y militar, que hoy pone su cuota de sangre.

Ese mal acuerdo halló terreno fértil porque las labores de inteligencia, de las FF.AA. y la Policía ecuatoriana, fueron desmanteladas y a cambio se creó una Senain para perseguir a opositores, y no para prevenir la subversión, la cual goza de la simpatía de muchos de los miembros de la familia Revolución Ciudadana.

Ese acuerdo no de paz sino que más parece de impunidad encontró, en la actualidad, a unos ministros de Defensa, Cancillería y del Interior que son los menos indicados para contrarrestar las grandes falencias que ese acuerdo tiene.

El paso del tiempo va dando la razón, presidente Santos, a la actuación de los presidentes Pastrana y Uribe, y hace meditar a la clase política ecuatoriana sobre la unidad indispensable para combatir la plaga del socialismo siglo XXI y este criminal coqueteo con Cuba, Venezuela y la subversión.

Cuando, en soledad, presidente Santos, medite sobre la realidad de ese acuerdo de paz, que ojalá lo haga con remordimiento, le ruego que considere el daño que ese acuerdo le ha hecho ya al Ecuador y que, lamentablemente, nadie en el Ecuador pudo potenciar más los riesgos que ese acuerdo tenía para el país que la familia Revolución Ciudadana. (O)