Para no caer en espejismos ni ser ilusos en el camino, el Ecuador debe reconocer en el trágico destino de los tres compatriotas asesinados impunemente, una señal ominosa de lo que puede ocurrir en un futuro cercano si es que el país no adopta una política de Estado que incorpore la lucha contra el narcoterrorismo en toda su dimensión y perspectiva, reconociendo omisiones y debilidades, pero principalmente asumiendo la realidad de una frontera cuyos límites se pierden en los vaivenes del lucrativo negocio de la droga.

Resulta claro que la explosiva situación de la frontera norte tiene esencialmente que ver con lo que ocurre en Colombia y la cadena de producción de droga, especialmente si se advierte (tal como lo señalan varios informes) que en la región de Tumaco, departamento de Nariño, limítrofe con la provincia de Esmeraldas, se cultiva casi el 40% de toda la coca que se produce en Colombia con un fuerte incremento en los cultivos desde el año 2013, lo que a su vez ha posibilitado el surgimiento de grupos armados ilegales, la llamada “nueva generación de narcotraficantes pos-FARC”, que tratan por cualquier medio de apoderarse de los espacios cedidos por la organización guerrillera, a lo que se debe sumar la presencia de carteles mexicanos que aparentemente mantienen una presencia activa en la región de Tumaco. En ese contexto, cualquier plan o estrategia debe concebir soluciones ciertas y efectivas, tomando también en cuenta realidades sociales y económicas de poblados en los cuales la permeabilidad de la frontera ha permitido una importante contaminación a todo nivel.

El Ecuador debe tener muy clara la naturaleza del narcoterrorismo y su potencial amenaza a la seguridad nacional, aceptando que la lucha contra estos grupos que operan sin límites geográficos y alentados por enormes ganancias requiere más allá de la respuesta armada un intercambio de información e inteligencia con todos aquellos países, incluyendo los Estados Unidos, que estén en capacidad de suministrarla. Además, resulta importante mencionar que no será posible vislumbrar una perspectiva firme de la situación si no se mencionan y naturalmente se corrigen los marcados desaciertos que en el tema de la seguridad nacional se cometieron en los últimos años, resaltando la grave acusación proferida hace pocos días por el presidente Moreno en el sentido de “la permisibilidad extrema” con la que habría actuado el Gobierno anterior en el control y represión del narcotráfico. Esa “permisibilidad extrema” ¿no amerita una investigación?

El desafío es muy grande y no admite especulaciones, a no ser que queramos convertirnos en los tontos útiles de una historia que no nos pertenece, pero que nos termina afectando de forma inexorable y agresiva. Que el pesar que embarga al país obligue al Gobierno Nacional a hacer lo que corresponde hacer, que es precisamente lo que no hizo el régimen anterior. El recuerdo de los tres que faltan debería ser nuestro mejor aliado en el duro camino por recorrer. (O)