Comienzo precisando que soy simplemente un usuario recurrente del servicio de las aerolíneas comerciales por motivo de mi actividad profesional.

Hecha esta importante aclaración, me atrevo a comentar lo que nos ocurrió a un grupo de pasajeros el lunes de esta semana en un vuelo que embarcaba de Miami a Guayaquil.

Lo hago básicamente porque entiendo esta columna como una ventana de expresión que pertenece a mis lectores y que sirve como canal para expresar lo que muchos quieren pero no pueden por no tener el espacio para hacerlo.

Soy consciente de las múltiples dificultades que surgen en torno a un vuelo. Retrasos por mal tiempo, desperfectos de aeronaves, no presentación de la tripulación, demoras en tráfico aéreo, medidas de seguridad, problemas médicos, espera de vuelos de conexión, etcétera. Todo ello lo entiendo siendo una actividad que depende de la naturaleza (impredecible) y de seres humanos, siempre susceptibles de error.

De modo que no pretendo quejarme por las seis horas de retraso del vuelo. Lo reprochable es que estas demoras sean recurrentes y desde hace ya varios años con la misma aerolínea y en la misma ruta.

Y además, cuando van acompañadas de un innecesario maltrato al usuario.

El pasado lunes, los pasajeros abordamos el avión 3 veces en menos de 4 horas. Sí, 2 veces fuimos embarcados y luego desembarcados, con todo el malestar que ello implica. Primero dizque por un problema técnico y después, porque la tripulación no podía volar (inaudito que no lo descubran antes de embarcar a más de doscientos pasajeros).

En el ínterin de todo este periplo, maltratados por funcionarios que, al parecer, deberían dedicarse a cualquier actividad que no implique trato con seres humanos.

Estoy seguro de que más de un lector de esta columna ha experimentado situación como la descrita, y posiblemente peores.

¿Por qué esta columna, entonces?

Porque este no es el estándar de la aerolínea en otras rutas. Porque cuando se vuela dentro de EE.UU., o desde EE.UU. a otros destinos, la calidad de las aeronaves, del personal a bordo y del servicio es otra.

Y no se trata de mala disposición con la ciudad o el país. En lo absoluto; mi respeto y agradecimiento a la aerolínea por tantos vuelos en los que ha cuidado mi vida y la de mis seres queridos.

El problema radica en que es la única que tiene vuelo directo en esa ruta. Y ante la falta de competencia, lamentablemente, la calidad del servicio decae, pues no hay más opción con la cual compararla.

Los aviones más viejos, el trato y la tripulación más displicente y los atrasos recurrentes. No importa, si total, es la única opción.

El problema es que otras aerolíneas que tenían vuelos directos a otros importantes destinos también están modificando sus rutas y obligándonos a pasar por Quito de ida y/o de vuelta.

Ojalá las autoridades encargadas del tema tomen cartas en el asunto y realicen las gestiones necesarias para que otra aerolínea de igual o mejor categoría compita en esta ruta tan importante para la ciudad. (O)