Estoy aplicando al Ecuador el título de la serie de discursos que pronunciara Winston Churchill, “Mientras Inglaterra dormía”, alertando a su país sobre el peligro del rearme de la Alemania en que había triunfado Hitler, en 1933. La guerra mundial sorprendió a Inglaterra, cuando despertó de su sueño, en inferioridad militar y aérea; solamente contaba con su superioridad naval, que ya no era suficiente para garantizar la seguridad de la isla. Algo así le ha ocurrido al Ecuador en esta década, y peor, porque no solo que no han mejorado las defensas con las que contaba antes, sino que los que debían fortificarlas las debilitaron con odio, saña, irresponsabilidad culpable. El Ecuador ha despertado este año con actos terroristas, soldados muertos y el secuestro del equipo de periodistas de El Comercio. El Ecuador ha despertado, pero sus autoridades no saben cómo reaccionar. De todas las acciones nefastas realizadas para destruir a la Fuerzas Armadas, la más grave fue la de desbaratar los sistemas de inteligencia. Creo que en esto existe una responsabilidad terrible, que no ha sido analizada suficientemente, la de que los fondos públicos destinados a la inteligencia militar y policial, es decir, a la seguridad interna y externa del Ecuador, fueron empleados en otros propósitos: el espionaje político interno, el armar la farsa de un golpe de Estado, y aun a realizar encuestas sobre frívolos temas. Esta no es una simple malversación de fondos, puede constituir un delito contra la seguridad del Estado.

Y mientras el pueblo del Ecuador dormía, arrullado por los discursos sobre las manos limpias, la destrucción de las instituciones de seguridad continuaba inexorable: Se desarmó al Cosena, el más alto Consejo de la Seguridad Nacional; se decapitó repetidas veces a los altos mandos; se enfrentó a la oficialidad con la tropa, etcétera.

Creo que existe una responsabilidad terrible, que no ha sido analizada suficientemente, la de que los fondos públicos destinados a la inteligencia militar y policial, es decir, a la seguridad interna y externa del Ecuador, fueron empleados en otros propósitos. Esta no es una simple malversación de fondos, puede constituir un delito contra la seguridad del Estado.

El presidente ha acusado a su predecesor de permisividad con la guerrilla y el narcotráfico, pero no debe olvidar que de esa permisividad son también responsables quienes fueron en ese entonces ministros del Interior, de Defensa, de Seguridad, de Relaciones Exteriores, y que varios de ellos son hoy sus ministros a cargo de la seguridad nacional. El país no tiene ninguna confianza en ellos.

Colombia en el combate a la guerrilla que imperaba en su territorio pudo cambiar la suerte de la guerra con el apoyo material y de inteligencia de los Estados Unidos. En este momento, el Ecuador no tiene alternativa: necesita de una alianza con Estados Unidos y Colombia. Esto será duro de aceptar para los ministros que apoyan a Maduro, y las contrapartes tampoco cooperarían plenamente con ellos.

El presidente, en la Cumbre de las Américas, constatará el rechazo que existe a la dictadura de Maduro y a su intento de prolongarse en el poder mediante elecciones fraudulentas, a las que el Ecuador, vergonzosamente, ha apoyado. Se debe rectificar.

El presidente ha llamado a la unidad nacional para enfrentar a la guerrilla y el narcotráfico, que ya se han apoderado de la zona de San Lorenzo. Puede contar con esa unidad, pero sin colaboradores sectarios, incompetentes, corresponsables de la tragedia que vivimos. (O)