Tenía la tentación de escribir un artículo sobre lo incorrecto que me parece sumarse a esa corriente de lo políticamente correcto.

Lo políticamente correcto se basa en juicios sobre normas sociales acordadas en cierto tiempo y espacios. Esos juicios, generalmente, más que abrir lugar a la discusión, trabajan sobre la negación, la descalificación y en ciertos casos, la censura.

Y es que en tiempos como estos, tiempos del “like” y el “retuit”, lo políticamente correcto vende y se transforma en una oportunidad.

Una oportunidad para los líderes de opinión, para los políticos y para las marcas. Una oportunidad de sumarse a las conversaciones y temáticas sensibles del momento, de aparecer en medio de una discusión para capitalizar la atención circunstancial.

Y quiero ejemplificarlo con un tema que en el último tiempo ha ocupado grandes espacios en los medios: la mujer y sus derechos.

En este contexto, numerosas personalidades y organizaciones han tomado lugar sumándose a la escena, como una famosa marca de pollo frito que exhibió por primera vez a su conocido coronel representado por una mujer, o un whisky que cambió al emblemático hombre de su logo por una mujer, y el nombre de Johnny a Jane, donando un porcentaje de sus ingresos para apoyar el progreso laboral de la mujer, o los dueños de la Fórmula 1, que eliminaron a las modelos de la grilla de partida, porque está en desacuerdo con los valores actuales de su marca, acto que podría trabajar también sobre otro eslabón, la censura del cuerpo entendiéndolo como objetivación o cosificación, acción que se ha visto en museos y redes sociales.

La crítica de ciertos grupos feministas apunta al oportunismo, ¿por qué no hicieron esto antes? ¿Por qué en lugar de sacar a las modelos de la grilla de partida no incorporan en la F1 más mujeres en los equipos y como pilotos?

Claro que es oportunista, pero si la preocupación final es la causa, ¿es tan perjudicial ese oportunismo?

Desde hace un tiempo ya, la comunicación publicitaria se ha transformado en un actor que puede denunciar, poner temas en agenda o fortalecer las discusiones sociales.

Ya vimos el año pasado el caso de la desafiante escultura Fearless Girl instalada por una agencia publicitaria en Wall Street, con la leyenda “Conozca el poder de las mujeres en el liderazgo. Ella marca una diferencia”, o una reciente campaña realizada para Cepam por dos creativas ecuatorianas que trabajan conmigo, #GirlSpeakLouder, que hace una crítica al hecho de que grandes marcas de tecnología usen solo voces de mujeres en sus asistentes virtuales (Alexa, Google Home y Siri), abriendo la discusión sobre los roles que ocupa la mujer en las empresas y hogares.

Hablar de esto es hoy políticamente correcto, por eso esta columna se contradice, pretendía escapar de ello y caí en lo mismo.

Ahora, si ya se va a entrar en este terreno, sugiero tratar de hacerlo desde la proposición y no desde la descalificación, como las dos ecuatorianas, que en lugar de callar se propusieron levantar la voz, Girl Speak Louder.

(O)