Recuerdo que al aprender la religión católica, en la sección primaria del entonces denominado colegio San José, regentado por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, la comunidad religiosa católica fundada por el francés Juan Bautista de La Salle, luego proclamado santo por la Iglesia católica, pionero de la educación grupal, popular y gratuita, conocí, estudié y aprendí no solamente los Mandamientos de la Ley de Dios, sino también los Mandamientos de esa Iglesia.

Estos, que por menos conocidos, los reproduzco para ayudar a su memoria o responder a su inquietud, entonces tenían esta presentación: oír misa entera los domingos y fiestas de guardar; confesarse por lo menos una vez al año o ante peligro de muerte; comulgar por Pascua Florida de Resurrección; ayunar cuando lo manda la Santa Madre Iglesia; y, rezar por los vivos y los muertos.

Piense usted las ventajas que tendríamos los ecuatorianos si quienes detentan el poder del Estado, en las diversas funciones previstas en la Constitución: Legislativa, Ejecutiva, Judicial y Justicia indígena, de Transparencia y Control Social fueran católicos, observantes fieles de sus deberes no solamente cívicos, sino también religiosos.

Mejor aún: si no solamente los gobernantes sino también los gobernados fuéramos lo suficientemente virtuosos como para cumplir cánones religiosos éticos o sociales, como los enunciados.

Pero a lo que quería referirme inicialmente era el calificativo de la Pascua: florida, que ha caído en desuso, pues ya no se hace referencia a la Pascua Florida, sino simplemente a la Pascua.

¿Acaso ya no se la celebra anualmente considerando a la luna llena que marca el inicio de la primavera del hemisferio norte, cuando la naturaleza comienza a lucirse con sus mejores galas de flores?

Pero, claro, en los países donde no vivimos las cuatro estaciones, como el nuestro, el que, no obstante, siempre puede estar florecido, si lo dejamos y ayudamos, no se puede relacionar la recordación de la Resurrección de Cristo con el inicio de la floración de primavera.

No habiendo cambiado la selección del tiempo escogido para conmemorar la bendita y gloriosa resurrección de Jesús, la seguimos llamando Pascua, aunque ya no Florida.

Pero lo que sí podrían florecer en estos días son las virtudes que se derivan del cumplimiento de las líneas apostólicas marcadas por Jesús en sus predicaciones y, particularmente, al explicar el denominada juicio final, según el cual nuestra conducta terrenal será juzgada por las obras de amor abnegado que hayamos realizado: todos igual, sin importar sexo, raza, religión, responsabilidades, oficios o salud.

Considero ahora el momento preciso para meditar sobre este tema, realmente trascendental, que debe inducirnos a la acción, para que realmente sirviendo seamos útiles para los demás.

¿Estamos dispuestos a celebrar la Pascua de Resurrección, durante este tiempo posterior a su recordación, con la alegría y el provecho que se espera de nosotros?

¿Tendremos un florido tiempo pascual si practicamos con afecto las obras de misericordia: dar, recibir, vestir, visitar, enseñar, corregir…? ¿Y si no?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)